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El comentario de hoy, martes 3 de diciembre 2024

Hay al menos tres hechos que han generado en México una gran indignación: el atentado al bar “Los Cantaritos” en Querétaro, el 9 de noviembre, que dejó como saldo 10 muertos; el ataque al bar “Bling, bling” en Cuautitlán Izcalli, Estado de México, con saldo de 6 muertos y 5 heridos, el día 10 y el homicidio de 6 personas y 10 heridos en el Dbar de Tabasco, el 24 de noviembre, que dan cuenta precisa de la triste realidad de un país en manos de los grupos criminales.

Si bien no se publicitó tanto, en Oaxaca no nos quedamos atrás. Entre el 6 y 7 de noviembre hubo al menos 11 ejecuciones. Dos mujeres triquis, 6 guaruras en la Colonia Reforma y 3 sujetos incinerados en los rumbos de Huitzo. Aunque fuera con un perfil diferente, hay una realidad ineluctable: no estamos ni más allá, ni más acá del resto del país. Mucho menos somos una entidad segura. Estamos en la línea de fuego que han trazado los grupos delictivos, abiertamente o disfrazados de sindicatos u otros.

El crimen y el recuento de muertos es común en nuestra vida cotidiana. Es el país que recibió la presidenta Claudia Sheinbaum de su antecesor. El resultado de la estrategia fracasada de los “abrazos y no balazos”. Todo este mapa criminal no habría sido posible sin la connivencia y la complicidad de gobiernos estatales, municipales y corporaciones policiales, con los grupos criminales. Sinaloa, Guerrero, Tabasco y Chiapas, por ejemplo.

Sin embargo, parafraseando al gran William Shakespeare: “pero no todo está podrido en Dinamarca”. Casi en paralelo a estos lamentables hechos, se han dado acciones que pueden acotar esta sangrienta realidad. Una de ellas es el “operativo enjambre” que se puso en marcha en el Estado de México y permitió la aprehensión de decenas de personas. Una alcaldesa y jefes policiales detenidos por sus probables vínculos con grupos delictivos.

En Oaxaca, hay cabeceras municipales, en donde los ajustes de cuentas y las vendettas son el pan de todos los días. Juchitán de Zaragoza sin más. No es un secreto que personas vinculadas con la delincuencia operan desde puestos claves a nivel estatal. Eso ha mantenido el clima de impunidad para los criminales. Es decir, pillos devenidos funcionarios. Nadie tiene que llamarse inocente, de piel sensible o ajeno a lo que ocurre, cuando es vox populi quien señala.

Esperamos que la presidenta Claudia Sheinbaum y el titular de la Secretaría de Seguridad Pública y Protección Ciudadana, Omar García Harfuch, con sus mecanismos de inteligencia e investigación, al menos devuelvan la paz perdida a varios municipios con la citada operación, en donde ediles, apuntalados en sus campañas con dinero ilícito, habrían pactado impunidad para la maña, al entregarles en bandeja de plata los cuerpos de seguridad. (JPA)

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