Opinión 

El comentario de hoy, martes 23 de octubre 2018

La inmigración ilegal no es un tema exclusivo de México o de nuestro vecino mayor, los Estados Unidos de América, sino un problema que lacera a diversos países y regiones en el mundo. Miles de migrantes del Magreb árabe cruzan el Mediterráneo para llegar a España o Italia a diario. Y lo hacen en barcos desvencijados que a veces naufragan. Cientos han muerto. Y es similar a la tragedia de otros miles de mexicanos o centroamericanos que intentan cruzar la frontera norte, atravesando por el Río Bravo o por desolados desiertos. Cientos y cientos también mueren en el intento.

Sin embargo, la visión humanitaria contrasta con la vigencia de las leyes de población y la soberanía de los países receptores o de tránsito. Cualquier ciudadano del extranjero que lo haga sin la documentación migratoria respectiva, lo está haciendo de manera ilegal. México, es cierto, es un país de tránsito, pero también en donde se cometen abusos y aberraciones en contra de hermanos –hombres, mujeres y niños- originarios sobre todo de Centroamérica, que cruzan el país en búsqueda del sueño americano.

Los migrantes no sólo enfrentan el acoso y persecución de personal del Instituto Nacional de Migración –que tiene que cumplir su papel- sino de algo más grave: la amenaza de secuestro de los grupos criminales; de privación ilegal de la libertad de mujeres que terminan en prostíbulos o de menores, que son utilizados para ilícitos. Dicha inmigración al país es, pues, un elemento adicional a la problemática de inseguridad que hoy fustiga a los mexicanos.

Una ola masiva de hondureños, guatemaltecos y otros, cruzó la semana pasada nuestra frontera sur. Intentan llegar a los Estados Unidos. Dicha acción pone en riesgo la política bilateral entre México y el gobierno de Donald Trump, quien ha amenazado resguardar la frontera con la Guardia Nacional o con el Ejército. Si bien el presidente norteamericano aplaudió el intento del gobierno mexicano de detener la avalancha de centroamericanos, eso no obsta para que siga presionándolo con acciones más enérgicas para evitar que lleguen a su frontera. No obstante, nuestro gobierno ha permitido prácticamente el libre tránsito por su territorio y particularmente en Oaxaca.

Sin duda pues, la buena vecindad que se trata de construir con el gobierno electo de Andrés Manuel López Obrador, está en un brete. Más aún, con la promesa del presidente electo, de ofrecer visas a los migrantes, que supone una ignorancia supina respecto a los millones de desempleados que hay en el país. Ni la economía está en bonanza ni, mucho menos, las fuentes de empleo están en su mejor momento. Muchos miles de profesionistas no encuentran trabajo. He ahí el eje de la economía informal. Por ello insistimos, en que no se puede gobernar con ocurrencias. (JPA)

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