El comentario de hoy, martes 22 de marzo 2022
El domingo pasado, concluyó por territorio oaxaqueño, la gira número 28 del presidente Andrés Manuel López Obrador. Vino, entre otros motivos, a supervisar los trabajos del Corredor Interoceánico del Istmo de Tehuantepec, además de la construcción de las carreteras al Istmo, la Costa y la ampliación de la vía La Ventosa-Acayucan. El objetivo ha sido prácticamente el mismo de las anteriores giras, con la salvedad tal vez de las primeras, para supervisar la construcción de los caminos rurales o, en los tiempos duros de la pandemia, para checar el funcionamiento del sistema de salud.
Sin embargo, a poco más de tres años de gestión del gobierno federal, vemos que los resultados en dichas obras, son pobres y limitados. ¿Cómo aplaudir que una obra que lleva al menos 20 años, como es la carretera al Istmo, tenga un avance menor al 60 por ciento? ¿Acaso habrá que echar las campanas al vuelo para que, mientras en otras entidades el Centro o Norte del país, se inauguran obras de infraestructura millonarias, que iniciaron apenas hace tres años, las nuestras siguen esperando terminarse?
Hace al menos un mes, trascendió el descarrilamiento de un tren en la ruta del Interoceánico. ¿Problemas técnicos; mala calidad del material; corrupción? ¡Vaya usted a saber! La construcción del rompeolas en Salinas del Marqués, tampoco llega al 60 por ciento. Se ha convertido en la manzana de la discordia de sindicatos y confederaciones de transportistas. Sindicatos mafiosos les llamó el mismo presidente, que encarecen el suministro de materiales pétreos y otros.
Los avances pues, son poco significativos. Al paso que vamos, el gobernador terminará su gestión sin que se le haya dado la oportunidad de inaugurar al menos una de las vías carreteras. No están errados pues, quienes piensan que Oaxaca sigue viajando en el furgón de cola de la modernidad; que sigue como el patito feo de la Federación y que el adeudo histórico de ésta con los oaxaqueños, tardará mucho en saldarse.
Lo que sí escuchamos en cada gira son mensajes y promesas. Lejos de hacer un llamado a la unidad, las arengas a la polarización son constantes. En 1911, como lo escribió en sus Memorias, ya en el exilio, el general Porfirio Díaz decía: “México se despeña en un abismo. Ha regresado a la barbarie; una y otra vez los bandos y las facciones”. Y más de un siglo después seguimos en las mismas. Tiene razón el escritor italiano Umberto Eco: “Nuestra propensión a las delicias del odio es tan natural que a los caudillos del pueblo les resulta fácil cultivarlo”. Y lo palpamos cada día. Nadie nos cuenta. (JPA)