Opinión 

El comentario de hoy, martes 22 de febrero 2022

La semana pasada, de nueva cuenta, presuntos estudiantes de las escuelas normales hicieron de las suyas. Aparecen de cuando en cuando con una serie de demandas. Algunas de ellas disparatadas. Sus métodos son los mismos: secuestro de autobuses, cierre de vialidades y otras acciones temerarias. El manipuleo por parte de sus titiriteros, ya identificados por las autoridades, hace presumir que hay intereses perversos detrás de dichas movilizaciones.

En los años 60 y 70 del Siglo pasado, las normales, sobre toda las rurales, fueron un semillero de inconformidad. En su formación estaba la cimiente de la rebeldía. Jóvenes idealistas se formaban en las doctrinas de la revolución socialista. Su discurso, al igual que aquellos dirigentes que participaron en el movimiento del 68, era cambiar el estado de cosas. Luchar contra el mal gobierno, contra la injusticia y la disparidad económica.

Cuando concluyeron sus estudios se convirtieron en íconos de la educación. Fueron guías morales en las comunidades más recónditas del estado. Verdaderos maestros rurales, por vocación, convicción y compromiso con el pueblo. Ahí vivían. Comían de lo que las comunidades les compartían. Eran gestores, líderes y hasta consejeros espirituales. No farsantes. Su cruzada educadora jamás renunció a la rebeldía.

Sin hacer malas comparaciones, hay que verlos hoy, exigir plazas automáticas, sin haber asistido a clases los dos años de pandemia y sin título. Futuros maestros convertidos en porros. Perdidos en materia ideológica y devenidos sicarios o mercenarios que son usados a placer por la paga. Prestos a acciones temerarias, pero, sobre todo, volcados a afectar al pueblo inerme. De aquellos jóvenes idealistas del pasado, rebeldes y conscientes de su papel histórico, ni sus luces.

Han creado un entorno de aversión social. Sus acciones ya no despiertan simpatía sino repudio o conmiseración. ¿Habrá que aplaudir el secuestro de autobuses y los atracos en las casetas de cobro? ¿O el saqueo de unidades de mercancía, la que después venden a precios irrisorios? Lo grave es que teniendo como telón de fondo el tema de la desaparición de 43 jóvenes de la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa, aún no hayan aprendido la lección de bordear con sus acciones, los límites entre lo permisible por la ley y el desafío a los poderes fácticos.

Ya tuvieron una lección la semana pasada, cuando presuntos golpeadores de sindicatos del transporte y pueblos etecos los obligaron a levantar un bloqueo en el entronque de la autopista a México. Ojalá que sus tutores tomen debida nota. La ciudadanía está harta. El affaire Ayotzinapa nos ha dolido a todos. Hay pues que advertirles a estos jóvenes porros, que sus acciones ya no son bien vistas. (JPA)

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