El comentario de hoy… martes 22 de diciembre 2015
En los años sesenta, Miahuatlán de Porfirio Díaz vivió una de las etapas más cruentas de su historia. Familias completas se diezmaron entre sí. El odio y el encono prevalecieron hasta años recientes. Las balaceras y muertes eran cosa cotidiana. La lucha por el poder político era en el fondo, el quid de esa guerra sin cuartel. Sin embargo, hoy se viven escenarios parecidos a los de la década de los sesenta. Ya no es sólo el poder, hay otros factores adicionales. Los asesinatos a plena luz del día se cuentan por decenas sólo en los últimos dos años.
Esta población, reconocida en la historia como el lugar en donde el general Porfirio Díaz libró la batalla más estratégica de la Guerra de Intervención, el 2 y 3 de octubre de 1866, citada en las Memorias del Soldado de la Patria, vive hoy un nivel de violencia e inseguridad ni siquiera comparable a Juchitán de Zaragoza, uno de los sitios más emblemáticos para las operaciones criminales. Hace tiempo lo dijimos: Miahuatlán asemeja un territorio de castigo: un penal federal de mediana seguridad, un penal estatal, una zona militar y miles de avecindados.
Los oriundos de esta pequeña ciudad no son ni el diez por ciento del total de la población. Llegaron a avecindarse cientos y cientos de decenas de pueblos. Mixtepec, Coatlán, Amatlán, Loxicha, y otros. Ellos componen el noventa por ciento de los habitantes. Compraron propiedades por todas partes. Viejas casonas históricas fueron convertidas en palacetes de mal gusto. Pero junto con su dinero, también se apropiaron del poder político. Justamente por ello, la población está en completo abandono.
Los gobiernos municipales recientes, sin importar el color, PAN, PRD o PRI, han llegado no con el afán de servir o la convicción de reivindicar la historia y la grandeza que tuvo algún día, sino para saquear el magro presupuesto destinado al municipio. El ejemplo está hoy a la vista. Munícipes que llegan con una mano adelante y otra atrás, se benefician ellos mismos y a su familia. De la nada devienen constructores o transportistas.
Mientras tanto, la instancia que se presume debe investigar el desvío de recursos, la corrupción y el mal desempeño de los ediles, en abierta complicidad. Nos referimos a la Auditoría Superior del Estado –la ASE- que desde su creación no da una. Y claro que es más rentable para los auditores, crear despachos paralelos para ponerles a los munícipes las cosas en orden, obvio… a cambio de una generosa suma. Por ello, ningún corrupto y saqueador del erario de los municipios oaxaqueños ha pisado la cárcel. El prevaricato –aunque sea corrupción de cuello blanco- parece no percibirse en esta entidad en donde prevalece la impunidad.