El comentario de hoy, martes 21 de mayo 2019

Oaxaca es una de las entidades del país que tiene un mayor número de conflictos agrarios. Los hay por todo el territorio estatal. Las autoridades locales estiman que son al menos 300. De ellos, tal vez veinte sean de grave riesgo. Sólo en lo que va de la actual administración han tenido un desenlace trágico al menos tres. Campesinos de San Pedro Mártir Quiechapa, fueron emboscados por sus vecinos de Santiago Lachivía, con el resultado de cinco muertos y catorce heridos, el 22 de abril de 2017.
Trece personas originarias de Santa María Ecatepec, fueron masacradas por sus vecinos de San Lucas Ixcotepec, en julio de 2018. Hace al menos tres meses, el lío agrario entre Santos Reyes Zochiquilazala y San Martín Peras, dejó tres muertos. Un hombre, una mujer y un menor de dos años de edad. Pero hay muchos más. Hacer un recuento de los muertos, heridos y ficticios acuerdos de paz, nos llevaría mucho tiempo. Podría hacerse un abultado volumen, de lo ocurrido sólo en las dos o tres últimas décadas.
Hay conflictos que llevan más de cien años, como se dice del de Santiago Yaitepec y Santa Catarina Juquila. Otros son más recientes. Algunas veces las autoridades comunales o municipales acceden a suscribir acuerdos de paz y conciliar las diferencias, pero hay factores que inciden en que ello no sea posible. Está el caso ya citado de Yaitepec-Juquila o el de San Pedro y San Pablo Ayutla y Tamazulapan del Espíritu Santo, en la región de los Mixes, que libran un añejo conflicto por el agua.
La semana pasada se difundió una nota y hasta video, en los cuales éstas dos últimas comunidades habían suscrito un “histórico acuerdo de paz”. Dicho acuerdo tuvo como testigos de calidad al ejecutivo estatal y al titular de la Secretaría General de Gobierno. Al día siguiente en las redes sociales se difundió un comunicado, en donde las autoridades municipales de Ayutla desmentían el referido acuerdo. Esta situación resta seriedad y pone en tela de juicio, no sólo el noble propósito de que nuestros pueblos vivan en paz y armonía, que busca la actual administración, sino los intereses que prevalecen para que éstos sigan enconados.
Para establecer la paz y la concordia, se requiere de la voluntad de las partes. Pero ello se puede alcanzar siempre que no haya factores externos y a veces ajenos a la propia idiosincrasia y a los usos y costumbres de nuestras comunidades. Nos referimos a organizaciones sociales y dirigentes que sólo buscan su beneficio personal o pecuniario. Creemos que ya es tiempo de enterrar el hacha de guerra y superar conflictos añejos que sólo han generado miedo, zozobra y dolor, desde hace ya mucho tiempo. (JPA)