El comentario de hoy, martes 2 de abril, 2019

Hay una sentencia que se ha hecho vox populi que afirma que pueblo que desconoce su historia, está condenado a repetirla. Muchos años tuvieron que pasar para que la enseñanza del civismo y de la historia patria, vuelvan a los planes y programas como se ha anunciado ya, una vez abrogada de la vieja Reforma Educativa y puesta en marcha la nueva. Vuelven las enseñanzas del amor a la Patria, a los símbolos nacionales, las reglas de urbanidad y el reconocimiento a los héroes nacionales, que forjaron en muchos de nosotros un sentimiento de pertenencia e identidad nacional.
Y esto viene a cuento, pues este dos de abril se conmemora el 152 aniversario de la batalla definitiva contra la Guerra de Intervención, librada en Puebla en 1867. El genio militar del general Porfirio Díaz se impuso de nueva cuenta para abrirle el camino del establecimiento del régimen republicano a don Benito Juárez. Dos oaxaqueños que en sus respectivos tiempos, forjaron un hito en la historia nacional.
La historia oficial, sin embargo, se ha construido a lo largo de los años con un maniqueísmo perverso. Aquí los buenos y allá los malos. Pese a los esfuerzos notables de sus biógrafos por restituir su figura, sea su tataranieto Carlos Tello Díaz, o las investigaciones de François Xavier Guerra, titulada “México: del antiguo régimen a la Revolución”; de José C. Valadés, “El Porfirismo: Historia de un régimen” o las biografías de Paul Garner, entre otros muchos estudios, nada ha podido revertir el estigma con el que se le ha condenado al general.
Hay oaxaqueños interesados en restituirle, algo de lo mucho que se le ha regateado a nuestro héroe local. Desafortunadamente hoy, salvo los académicos que han seguido hurgando en archivos y bibliotecas, es un movimiento apagado. Porque si bien la historia la escriben los vencedores y no los vencidos, tengo la sospecha de que el estigma y no el reconocimiento militar, seguirá en contra de Porfirio.
Al inicio del actual régimen denominado de la Cuarta Transformación, circuló la noticia de que en un poblado de Veracruz, al parecer Orizaba, el nuevo edil había dado instrucciones de demoler una escultura del general Díaz, que había mandado esculpir su antecesor. Obvio, la ignorancia combinada con el fanatismo suelen conformar un binomio fatal, de cobrarle al pasado las torpezas del presente. Ya lo vimos hace unos días.
Pedir disculpas por hechos ocurridos hace quinientos años y cobrar agravios que han servido para el escarnio público, sólo puede explicarse como producto de un falso nacionalismo y de reivindicar un indigenismo trasnochado, que parece ignorar de manera premeditada, la realidad en la que han vivido nuestros pueblos originarios, aún después de medio milenio de la brutal explotación colonial. (JPA)