Opinión 

El comentario de hoy, martes 19 de junio de 2018

A escasos días del fin de las campañas políticas, han arreciado también los ataques, las descalificaciones y las filtraciones mediáticas entre los aspirantes a la presidencia del país. Todo indica que el tema de la corrupción no es un argumento para lograr votos, es una institución de la que nadie se ha salvado, incluso de dos candidatos que han tomado este mal, como bandera.

En efecto, los contratos dados a modo y sin licitación; las operaciones de lavado de dinero; las operaciones hechas con recursos de procedencia ilícita, entre otros, sigue salpicando a aquellos que en su doble discurso olvidaron, que si bien en este país la memoria histórica ha sido más frágil que la capacidad de olvido, hay archivos, memoranda y datos, que están saliendo a luz de manera inédita.

Nadie pues está limpio y sin mácula. Lo mismo quien insiste –sin decir nombres- que la lucha contra la corrupción será la panacea que cure todos los males de este país, hasta aquel que se llenaba la boca para afirmar que con su llegada meterá sin más a los corruptos a la cárcel, sin reparar en su propia historia de truculencias. Naves industriales, triangulación de recursos, abiertas operaciones de lavado. Nada está oculto bajo el sol.

Así como un grupo de acuciosos colegas periodistas nos develaron datos y cifras en la “Estafa Maestra”, así otros, están desempolvando viejos archivos y dando a conocer los contratos ilícitos del gobierno de la Ciudad de México, hace algunos años. Me pregunto: ¿es válido ya el discurso de que se vayan los corruptos para que entren los honestos? Obviamente no. El doble juego, el discurso maniqueo de los buenos y los malos, quedó al descubierto.

Lo que hemos visto hasta hoy y han difundido los medios de comunicación y las redes sociales, considero que sólo es una parte. En tanto se acerque el momento decisivo de la votación, con certeza tendremos más sorpresas. Más basura, más podredumbre. El estercolero en que se ha convertido esta farsa democrática y electoral. Es cierto, el pueblo quiere un cambio. Sí. Pero no más de las mismas prácticas que tanto lo han lacerado.

Vale pues que haya conciencia antes de emitir el voto. México se desangra en medio de la corrupción, la inseguridad y la pérdida de valores. Algunos paradigmas de honestidad se están demoliendo. Pese a ello, esperamos que lo que viene no sea más de lo mismo. En el anhelo y la conciencia colectiva, nadie quiere ver la misma película. Y tal parece que hacia ahí nos encaminamos. (JPA)

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