El comentario de hoy… martes 19 de enero de 2016

Hay una tesis que ha permeado mucho en los últimos tiempos. Oaxaca –se dice- es un estado enfermo. Coincidimos plenamente con ella. Muchos nos preguntamos a menudo: ¿por qué, teniendo tanta riqueza, potencial, cultura y un legado histórico único e indiscutible, vamos a la zaga del desarrollo nacional? No nos referimos solamente a la problemática educativa, sino al índice de desarrollo humano y la carencia total de satisfactores, sobre todo en comunidades marginadas.

Las causas de nuestra tragedia son muchas, desde un magisterio beligerante y parasitario, que se niega a cumplir con las nuevas condiciones de la Reforma Educativa y las exigencias del país en la materia, hasta diversos organismos sociales, cuyos dirigentes se han empecinado en pervivir de la dádiva gubernamental, entre otros factores. Pero hay uno que es indiscutible: la política en los últimos tiempos se envileció. Se prostituyó pues, en términos más llanos.

En este marco de negativos, no podían faltar nuestros flamantes legisladores locales oaxaqueños, de diversos partidos. La Sexagésima Segunda Legislatura del Estado está condenada a terminar su gestión no sólo como la más improductiva, sino la más onerosa y rapaz de que se tenga memoria. Desde la legislatura pasada, algunos pillos disfrazados de legisladores pusieron de moda el infame “cobro por evento” o más bien “el pago por voto”. Cualquier iniciativa, designación de funcionarios en algunos órganos autónomos o el suculento platillo que representa aprobar la Cuenta Pública o el Presupuesto de Egresos, representa un cobro adicional.

 

Además, lejos de aplicarse las medidas de austeridad, habida cuenta de la situación financiera vergozosa por la que atraviesa el gobierno, se han servido con la cuchara grande. En 2015 fueron aproximadamente 600 millones de pesos el presupuesto que se autorizaron; para 2016, son 676 millones. Pero ha trascendido que han exigido a cambio de firmar el decreto, un pagaré adicional de 100 millones de pesos y otros recursos adicionales, que les garantice algo así como una liquidación laboral, cuando terminen en unos meses su deplorable gestión.

 

Hay razón pues que se diga que Oaxaca es un estado enfermo. Si en quienes se presume debería caber la prudencia y ponerse la camiseta respecto a los graves problemas que enfrenta la entidad, son los primeros que se apuntan para el saqueo; para la rapiña. Es triste que en nuestro medio la memoria histórica sea tan efímera, porque de otra suerte, cada uno de los que hoy calientan la curul –con sus contadas excepciones- llevarían colgado para siempre el estigma de haber sido miembros de la peor legislatura de la historia oaxaqueña.

 

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