Opinión 

El comentario de hoy, martes 15 de mayo de 2018

Nuestro estado está catalogado como uno de los que más movimiento migratorio registra a nivel nacional. El 90% de nuestros paisanos tiene como destino los Estados Unidos de América. Sin embargo, el racismo y la xenofobia se han recrudecido. Y muchos de aquellos que habían hecho una vida allá, han tenido que retornar.

La parte más vulnerable del fenómeno migratorio siguen siendo las niñas y los niños. Muchos de ellos han viajado solos. Y enfrentan un catálogo de peligros: trata, secuestro, extorsión, explotación sexual, abandono en lugares inhóspitos y otros. Pero cuando retornan a México, su calvario no ha concluido. Empieza otro.

Y ahí se encuentran los problemas de identidad. No se pueden inscribir en la escuela. Hay que traducir el acta de nacimiento y validar los estudios que hayan hecho en el extranjero. Adaptarse a costumbres que si bien fueron de sus padres, ellos las asumen como ajenas. En efecto, el fenómeno migratorio no es sólo en el país hacia fuera o de los que van de paso. Es un problema mundial.

Presumo pues que la labor que lleva a cabo el Instituto de Atención al Migrante Oaxaqueño –el IOAM- no es cosa simple. Sobre todo porque áreas sensibles en materia social, son las rezagadas de los presupuestos que validan los diputados cuando aprueban el Presupuesto de Egresos de cada año. Es impresionante el soslayo de rubros como el de migración, más ahora que nuestros connacionales han quedado en una posición de mayor vulnerabilidad.

En los discursos oficiales y para paliar la política racista del presidente norteamericano, se dice que los repatriados recibirán todo el apoyo gubernamental. Pero no se ve cómo. Las remesas que envían los paisanos allende nuestras fronteras han caído. Y como desafío adicional enfrentan problemas de tipo social. La separación de padres e hijos o los ya referidos temas de identidad.

La actual legislatura no debe soslayar la labor que lleva a cabo el IOAM. Los apoyos de organismos internacionales y humanitarios son –presumo- siempre bienvenidos. Pero nos toca a nosotros velar por esos niños y niñas que regresan para quedarse y encuentran un camino lleno de obstáculos, incomprensión y burocratismo. Y a veces se sienten extranjeros también en su país.

No se trata sólo de descalificar por sistema lo que realizan los organismos oficiales, sino de valorar qué más pueden hacer para cumplir en verdad con su propósito y con esa labor humanitaria y de derechos humanos, a los que muchos les escurren el bulto. (JPA)

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