EL COMENTARIO DE HOY: Martes 15 de diciembre de 2015
Las democracias modernas no siempre son lo que el ciudadano espera de ellas. A veces no son ni demócratas, ni incluyentes menos transparentes. Hace cinco años llegó a Oaxaca el cambio, que desafortunadamente sólo fue en la estructura de gobierno. En el exterior hemos seguido tan pobres como en los peores gobiernos priistas. Se fueron unos, pero llegaron otros. Sólo fue un cambio de estafeta. Es posible que hayan sido los mismos, sólo que con otra careta.
Lo anterior viene a cuento ante la posibilidad de que el año próximo, en el proceso electoral con el que se renovará la gubernatura, el Congreso del Estado y los gobiernos municipales, tengamos de nueva cuenta la vieja cantaleta de forjar alianzas de partidos, para evitar que el PRI regrese al poder; de impedir que retorne el autoritarismo; los viejos moldes del cacicazgo. De cerrarle el paso a la corrupción y los peores vicios del pasado.
Sin embargo, sin pretender descalificar a priori lo que hemos vivido en los últimos cinco años, bien podemos afirmar –y la experiencia de algunas entidades así lo demuestra- las coaliciones son buenas para ganar elecciones, pero pésimas para gobernar. El poder se ejerce no se comparte. El gobernante no puede desplegar en plenitud lo que le otorgó el voto ciudadano, cuando existe el pago de cuotas, de compromisos, del reparto de parcelas del poder público. No existe –porque ya lo hemos vivido- igual voluntad en los pocos que llegan con la convicción de servir, a los muchos que llegan para cambiar su estatus económico.
Ya hemos comentado que los partidos políticos han dejado de representar la alternativa para el ciudadano. La burocracia partidista vive a nuestras expensas, de nuestros impuestos, pero pese a que son los que en las Cámaras impulsan las leyes de transparencia, son las que nunca rinden cuentas. Viven en la absoluta opacidad.
Hoy Oaxaca es un ir y venir de aspirantes, de prospectos hombres y mujeres, que aspiran a representar a sus partidos o coaliciones en el proceso del año que viene, para la gubernatura de la entidad. Hay quienes lo hacen por figurar, por obsesión o porque siempre han soñado gobernar esta comisaría y amasijo de problemas y conflictos que es Oaxaca. Pero son contados quienes tienen claro lo que este terruño requiere: la convicción y certeza de que es posible que la suerte de Oaxaca cambie; que dejemos atrás el encono, el odio y la división; que hay que forjar un destino diferente, que nos ubique en el concierto nacional como un estado que mucho ha aportado a la historia mexicana, pero que han sido los propios oaxaqueños, con sus actitudes, los que han demolido toda posibilidad de cambio.