Opinión 

El comentario de hoy, martes 11 de octubre 2022

La transición político-administrativa entre el gobierno saliente de Alejandro Murat y el entrante de Salomón Jara, parece estar en un impasse de cordialidad y entendimiento. El miércoles 5 de octubre, en el palacio de gobierno, tomaron protesta los miembros de la Comisión de Entrega-Recepción, en un acto protocolario inusual. El gobernador electo subrayó que se revisará “peso por peso, silla por silla”, en tanto que el saliente sostuvo que su gobierno está abierto, además, que se entregarán finanzas sanas.

Más allá de especulaciones respecto a si se trata de una transición de terciopelo y sin sobresaltos, vale la pena mencionar que se da también de cara a la sociedad. Si la propuesta de la administración que entrará en vigor el primero de diciembre es de aplicar políticas de transparencia y rendición de cuentas, sin duda vamos por buen camino. Ojalá que el equipo que se integre para gobernar tenga también objetivos similares, porque una cosa es la lealtad y otras, muy diferentes, la eficiencia y la honestidad.

Sin embargo, amén de actos protocolarios e institucionales, hay rubros que, en este período de transición, parecen haberse exacerbado. Nos referimos a la inseguridad que está padeciendo la entidad y que echa por tierra, de principio a fin, el mito de que somos de las nueve entidades más seguras del país. Es cierto, no somos un remanso de paz en un país lacerado totalmente con estadísticas criminales que rebasan los 130 mil homicidios dolosos en lo que lleva el régimen de la Cuarta Transformación.

En los diversos sectores sociales hay preocupación por el incremento en homicidios en los primeros días de octubre, que algunos estiman en 36 casos, lo que ha llevado a Oaxaca a estar en las conferencias de prensa mañaneras, con muy mala calificación. Sólo en la capital, gobernada por el Movimiento de Regeneración Nacional –Morena- se han contabilizado en lo que va del año, al menos 35 homicidios dolosos, además, claro, de un abanico de ilícitos adicionales como el robo con violencia a transeúntes o a casa habitación.

Mucho de ello se debe a la falta de estrategias, conocimiento del territorio e historia del mapa criminal. O de funcionarios inexpertos en labores policiales. El problema, es cierto, viene desde las altas esferas de poder. A ello se agrega que desconozcan la idiosincrasia y las propias costumbres de nuestra gente. Además, de la existencia de corporaciones sin disciplina, mal pagadas, sin los elementos necesarios para hacer su trabajo. En la policía de la capital, por ejemplo, además de carecer de instalaciones dignas y decorosas, hay elementos que rebasan la edad o con males físicos, lo cual los incapacita para desempeñar su labor. Pero el mal es generalizado. Dura tarea, sin duda, para el gobierno que entrará en funciones, dar certidumbre, confianza y seguridad a los oaxaqueños. (JPA)

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