Opinión 

El comentario de hoy, jueves 7 de marzo 2019

Hace unos días una persona, seguramente alguien preocupada por la infame devastación de nuestra riqueza forestal, subió a las redes sociales fotografías de verdaderos paisajes semi-desérticos en que se han convertido las antes hermosas montañas en la Sierra Sur, particularmente entre Miahuatlán y Pochutla. Para enriquecer más su información, publicó fotos de camiones cargados de trozos de árboles recién derribados.

Desde luego que el fenómeno no es nada nuevo. Esa explotación lleva más de cincuenta o sesenta años, tal vez Cosas que vi y otras me las comentaron personas mayores, pero los Amatlán, los Coatlán, la región de Loxicha, los Ozolotepec, Suchixtepec o San José del Pacífico, fueron algún día poblaciones cuyos bosques de ocotes y pinos, eran una delicia a la vista y el disfrute humano.

A diferencia de poblaciones que le han apuntado al desarrollo sustentable y explotan sus bosques para beneficio comunitario –que las hay en Oaxaca- las concesiones que se han otorgado a particulares han dejado sólo una tierra árida, estéril y verdaderos desiertos. Ningún compromiso con la reforestación o con devolverle a la tierra algo de lo mucho que se han beneficiado. He ahí los parajes desolados que hoy vemos y comunidades cada vez más miserables, pese a su riqueza forestal.

Lo que en lo personal me sorprende es esto. Por doquier pululan organizaciones civiles que dicen luchar por el medio ambiente. Grupos contrarios a la explotación minera, cuyo argumento es que se contaminarán ríos, afluentes y mantos freáticos. Los hay también que se oponen a la explotación de la energía eólica, porque defienden la tierra y el territorio indígena. Los hay pues, defensores de todo y de nada.

Pero no he visto –de manera personal- quien levante la voz para protestar por esa depredación infame de nuestros bosques en la Sierra Sur; que se manifieste en contra de la explotación irracional de maderas finas en Los Chimalapas; que presione a las autoridades para exigir la reforestación y la conservación de dicha riqueza. 

Queda en evidencia pues que detrás de la supuesta oposición a la explotación de fundos mineros o energía eólica, lo que se busca es el negocio. Lo económico o el factor político. La defensa de los patronos extranjeros que otorgan recursos, a las organizaciones no gubernamentales. Pero ante la devastación de nuestros bosques, ahí hay que guardar un silencio cómplice.

¿No les parece extraño pues, que haya tantas organizaciones, que a cada rato cacarean la defensa de tal o cual comunidad, ante a la entrada del capital trasnacional para explotar tal o cual recurso natural, pero ninguna diga nada en contra de los miles y miles de camiones que a vuelta de rueda, trasladan de los aserraderos, bosques completos inertes? Ahí lo dejamos para la reflexión. (JPA)

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