El comentario de hoy, jueves 7 de diciembre 2023
Según datos oficiales, siguen las auditorías en algunas obras que quedaron inconclusas, pero que fueron entregadas por el anterior gobierno, como si estuvieran terminadas. Ha pasado poco más de un año y ahí continúan como monumentos a la ignominia y la corrupción. Es el caso, por ejemplo, del Centro Cultural “Álvaro Carrillo”. Requirió una inversión millonaria de más de 300 millones de pesos, para quedar en lo que es hoy: un vulgar cascarón.
Pero existen otras más que, desde el fin de la pasada administración e inicios de ésta, mostraron sus deficiencias y pésima construcción. Tal como el llamado Circuito Interior o la obra de Símbolos Patrios. La inversión pública fue de cientos de millones de pesos que, en una entidad con tantas carencias y pobreza de recursos, es una afrenta al sentido común y un agravio de lesa humanidad. Por lo que hemos visto, hasta hoy, en el gobierno de la Primavera Oaxaqueña no se han atendido los desperfectos ni concluido dichas obras.
Con certeza, la nueva administración estatal tiene sus razones, las que el ciudadano común no acaba de entender. ¿Tiene sentido dejar dichas obras así, malhechas, a medias y sin haber cumplido las expectativas que le fueron ofrecidas al pueblo oaxaqueño? Se presume que se trata de obras de beneficio social, que están más allá de los afanes sexenales y que, hoy en día, son vistas como el producto de prácticas de corrupción y bajo escrutinio de fiscalización.
Desde los primeros meses del gobierno de Salomón Jara, los medios dieron cuenta de diversas anomalías e inconsistencias en algunos rubros, uno de ellos, la obra pública. Pero no fue lo único. Se habló incluso de empresas fantasmas y otras boletinadas por las autoridades fiscales. Algunas de ellas contratadas para modernizar sistemas, estructuras y demás, que no cumplieron. Pero, hasta ahí. No pasaron de ser medidas por el rasero de la descalificación y el escarnio mediático. Pero la ley, se sigue aplicando de manera parcial.
Sin el afán maniqueo de calificar a héroes o villanos; ni asumirse juez y fiscal al hablar de corrupción, en mi opinión, si se trata de hacer una labor de buen gobierno, es posible avanzar en dos vías. Por un lado, concluir las obras que quedaron a medias o mal hechas. Terminarlas con decoro y ahora sí, entregarlas dignamente a los oaxaqueños. Y, por otro lado, continuar con las auditorías e investigación para dar con los verdaderos responsables por acción u omisión, de las malas cuentas y de esos monumentos a la ignominia.
El 15 de noviembre de 2022 se estrenó ese cascarón de lo que sería el Centro Cultural “Álvaro Carrillo”. Es un insulto que, a más de un año de distancia, siga sin representar lo que se esperaba del mismo: un espacio digno y decoroso para una entidad cuyo sello indiscutible es su cultura. (JPA)