Opinión 

El comentario de hoy, jueves 5 de abril 2018

 

El pasado 30 de marzo, el viernes Santo, que es un día de guardar para muchos oaxaqueños, iniciaron las campañas políticas. Por ser un día de profundo fervor religioso, en cierto sentido, algunas pasaron desapercibidas. Obvio: no era entorno de fiesta, menos de celebración pagana. Pero en fin. Arrancaron y ya.

Hay dos temas en los cuales candidatos de las coaliciones y partidos no deben ser omisos. Uno: Hay en Oaxaca un ambiente terrible de polarización social. El tejido social está, al menos desde 2006, hecho trizas. A menudo se vulnera el Estado de Derecho. En cierto sentido, se privilegia la anarquía, la violación flagrante a la ley y al respeto al clima de libertades de los demás.

Cualquier hijo de vecino desafía el orden y lo peor, nadie lo castiga. Hay una constante afrenta a la educación, a la libre empresa, a la urgencia de inversiones, al turismo. La victimización y la impunidad van de la mano. Oaxaca asemeja ser una entidad en la que seguimos en estado de naturaleza. Como salvajes pues. Más que promesas y ofrecer el oro y el moro, es menester que los candidatos apunten sus baterías discursivas hacia un gran pacto social; hacia un llamado a la madurez y la tolerancia; hacia la reconciliación, cuyo principal detractor es el magisterio.

Un segundo tema es el abstencionismo. A lo largo de los últimos procesos electorales, con excepción de uno o dos tal vez, el gran triunfador en los comicios ha sido el abstencionismo. Existe una apatía recurrente para acudir a las urnas. Se han dado casos en que participa menos del 50 por ciento del padrón. Hay legalidad en los procesos pero se carece de legitimidad. Esto ocurre cuando el nivel de abstención supera el 60 por ciento.

En los últimos tiempos hemos padecido un hartazgo de precampañas, de inter-campañas y ahora de campañas. Lo único que han despertado es abulia, desinterés y rumores. Las redes sociales a favor de unos u otros, saturan a diario de encuestas, triunfos y derrotas. Pero se ha desatendido la promoción del voto por parte de los órganos central y locales.

Se parte de la premisa de que, como se dice que ésta será la madre de todas las elecciones, el cien por ciento del padrón saldrá a las urnas. Nada más lejos de la realidad. Hace falta estimular y llamar a la participación libre y democrática. Son las urnas las que dirán la última palabra. Ahí es donde se verán las caras los candidatos. Y su veredicto será el frío resultado del triunfo o la derrota. Encuestas y sondeos han sido hasta hoy, no más que tanteos, artificios y ficción. (JPA)

 

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