El comentario de hoy, jueves 30 de junio 2022
El mes de julio asoma ya en nuestro calendario. Estamos pues en el arranque de lo que se ha llamado en los últimos años, “Las fiestas de julio”, cuyo corolario es La Guelaguetza y celebraciones adicionales: la Feria del Mezcal, “Donají la Leyenda” y festivales gastronómicos, entre otras. Autoridades estatales y municipales, como ya es tradicional, echando la casa por la ventana con un sinfín de eventos culturales. Oaxaca, la capital, transpira en julio, alegría, folklore y cultura.
Sin embargo, nunca falta el prietito en el arroz. Antes fueron los maestros, ahora son algunas organizaciones sociales las que esgrimen la amenaza del boicot. La fiesta de los ricos, les dicen algunos atolondrados. En 2006 fue incendiado el templete del Auditorio, con ese pueril argumento. En 2007 hubo intenciones de boicot de nuestra fiesta folklórica y hasta golpes y catorrazos con la Policía Estatal, que dejó heridos y luego jenízaros consignados.
Este año no faltarán aquellos que ven en dichos eventos culturales, el suculento platillo para extorsionar o presionar al gobierno estatal. Y el comercio en la vía pública, al tenor de la ambición de sus dirigentes, empecinado en copar el Centro Histórico con sus puestos, cubiertos de telarañas de mecates y cables. Es decir, es la parte contraria de la apoteosis oficial; del repique de campanas; de las calendas y las chirimías.
En medio de todo este panorama nocivo y pernicioso, una ciudad que asemeja un paisaje lunar. Baches por aquí y por allá. Entradas y salidas de la capital convertidas en lagunas. Carreteras intransitables, no sólo por los efectos del huracán “Agatha”, que devastó decenas de comunidades de la Costa y la Sierra Sur, sino por el abandono en que han estado por años. Un sistema de semáforos colapsado.
Oaxaca, tierra de folklore y estado multiétnico y pluricultural, pero también territorio de la impunidad y temor para aplicar la ley. Con una capital –siempre lo decimos- orgulloso Patrimonio Cultural de la Humanidad, declarado por la UNESCO desde 1987, distinción que sólo sirve a las autoridades para pararse el cuello, pero en el fondo ni les interesa ni preocupa. Sólo hay que ver ese sitio emblemático llamado Centro Histórico, convertido en estercolero.
Es la cara, lamentablemente, que habremos de dar a los oaxaqueños ausentes que vienen en busca de su identidad en julio, o del turismo nacional y extranjero, ávido de conocer una ciudad colonial, un sitio excepcional, calificada como una de las capitales más bellas de Latinoamérica. Sin justificar miseria presupuestal y falta de recursos, ojalá que las autoridades reviertan el estado tan deplorable en que se encuentra Oaxaca de Juárez. (JPA)