El comentario de hoy, jueves 30 de agosto, 2018
Oaxaca ha sido a lo largo de la historia, uno de los pivotes en la consolidación de México como Nación soberana. Nadie puede entender nuestro país sin las grandes aportaciones de los oaxaqueños en la Revolución de Independencia; en la lucha contra la Intervención Francesa; en la derrota de los invasores y la instauración de un país de leyes en la Reforma y aún en la Revolución y la post-revolución.
La figura indiscutible e inflexible de Benito Juárez; el genio diplomático de Matías Romero e Ignacio Mariscal; la estrategia militar de Porfirio Díaz o la indomable solidez ideológica de los hermanos Flores Magón. Nadie puede regatearnos la visión educadora de José Vasconcelos y su aportación a las misiones culturales y la esperanza de un país ilustrado.
Sin embargo, estamos rezagados; olvidados, sexenio tras sexenio y abandonados, lejos de las bondades de la Federación y abotagados por problemas ancestrales. Desde el año 2000 la súper carretera al Istmo se veía como una realidad. Desgraciadamente sigue en las mismas. No ha avanzado un ápice, frente a las publicitadas obras de infraestructura carretera que tanto pregona el gobierno del presidente Enrique Peña Nieto.
Autopistas modernas unen al Centro y Norte del país. Trenes veloces, puentes y túneles impresionantes para comunicar estados y municipios, hacen cierta la visión de algunos politólogos norteamericanos como Frank Tannenbaum u otros, que concluyeron que México no es uno, sino que hay muchos Méxicos. El norte desarrollado y el sureste rezagado. No obstante los vastos recursos naturales y la riqueza cultural.
Esta larga reflexión viene al caso pues hace unos días trascendió que de acuerdo a las expectativas del equipo de gobierno que iniciará gestiones el primero de diciembre, la súper carretera a la Costa estará concluida en un par de años. En 2020. Ya no serán los quince meses que ofreció el ejecutivo estatal. La obra se inició en el gobierno de Ulises Ruiz y continuó con más tanteos que decisión en el de Gabino Cué. Es decir, lleva más de diez años sin terminarse.
Mientras el próximo presidente ha perfilado como una de sus prioridades el tren de la Ruta Maya, en el que se habrán de invertir miles de millones de pesos, los oaxaqueños seguimos esperando que se haga realidad el viejo anhelo de la súper carretera al Istmo y a la Costa. La pregunta es el por qué del abandono; por qué de tanto desprecio. No se atisba por ningún lado, el menor propósito de devolvernos algo de lo mucho que Oaxaca ha aportado a este país. Pagarnos pues, ese adeudo histórico. (JPA)