Opinión 

El comentario de hoy, jueves 3 de marzo 2022

Hace unos días circularon en las benditas redes sociales, fotografías del descarrilamiento de un tren en el tramo Palomares-Nuevo Progreso, en la zona istmeña. Se observa la fractura de las durmientes, lo que implica la mala calidad de los trabajos. No es algo simple, cuando forma parte de uno de los proyectos emblemáticos del gobierno de la Cuarta Transformación: el Corredor Interoceánico del Istmo de Tehuantepec.

En opinión de algunos conocedores del tema, las labores en dicho proyecto, no han avanzado. A tres años de la actual administración y del arranque, la reconstrucción y modernización de la vieja vía férrea de lo que fue el Ferrocarril del Istmo, ha dejado entrever irregularidades. Gastos y falta de comprobación, que ha detectado la Auditoría Superior de la Federación, además de anomalías administrativas, financieras y ambientales.

Además, por supuesto, de temas de seguridad que ya hemos comentado en este espacio. El viejo anhelo de los oaxaqueños, particularmente de los istmeños, se ha topado con una realidad que dista mucho de la eficacia y celeridad que, se presume, habría de imprimirle el gobierno federal al citado proyecto. Y es que el mismo, está supeditado también, a los vaivenes y contradicciones de la 4T que, a diario se difunden en los medios y en las redes sociales.

Un ejemplo es la escalada en contra de las empresas que generan energía eólica, algunas de ellas, pioneras, por cierto, de capital español. Todo ello, amén de la cancelación de otros proyectos para la instalación de parques eólicos. En principio, por la intención del gobierno federal de monopolizar la generación de energía eléctrica, a partir de fuentes fósiles como el carbón mineral y los hidrocarburos. Además, de la presión de organizaciones sociales, supuestas defensoras de la tierra y el territorio indígenas.

Pero no es el único rubro que registra la contracción en las inversiones. Muchos capitales se han ido del territorio oaxaqueño en busca de mejores condiciones. Se presume que el llamado Corredor Interoceánico busca ser un pivote del desarrollo regional y el puente terrestre que comunique Pacífico y Atlántico. Y debe ser un entorno que aliente las inversiones no sólo del país, sino del extranjero. ¿Cómo hacer realidad esto, con políticas centrales que buscan exactamente lo contrario?

Nada más hay que imaginar. Si un buque carguero puede trasportar más de 20 mil contenedores, cuestión de ver, si arriba a Salina Cruz, ¿cuánto tiempo llevará para el ferrocarril ponerlo en los muelles de Coatzacoalcos o viceversa, con vías férreas montadas con materiales de pésima calidad? En fin, ya veremos cuándo termina esta historia. (JPA)

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