Opinión 

El comentario de hoy, jueves 3 de agosto 2023

A lo largo de la historia, pensadores y estadistas han ubicado a la educación como el eje del progreso y el desarrollo, sobre todo la que imparte el Estado. Organismos internacionales como la Organización para la Cooperación y el Desarrollo –la OCDE- han planteado a países como México, incrementar su presupuesto al rubro educativo, a la investigación, a la ciencia y la cultura.

Sin embargo, hoy corre en el país una preocupación: los cuestionados contenidos en los libros de texto gratuitos. Tomar como órgano de propaganda, con ribetes ideológicos los libros que llegan a los educandos de nivel básico, es criminal. No se puede condenar a los niños y jóvenes que asisten a las escuelas públicas, particularmente, a una educación dogmática; copiando modelos externos; proclives a la formación de mitos y cartabones que en nada contribuyen a despertar, justamente, el pensamiento crítico.

Estudiosos del Centro de Investigación y Estudios Avanzados del Instituto Politécnico Nacional –el CINVESTAV- han encendido las luces de alerta, no sólo respecto a los contenidos sino a los errores de que están plagados los libros que ya se distribuyen en el país. Y es que, según se ha difundido en medios de comunicación, en el ciclo 2023-2024, habrán de desaparecer asignaturas como matemáticas, español, ciencias naturales, historia y otras que serían condensadas en sólo dos libros.

La ignorancia y el fanatismo son el opio de los pueblos. Y el riesgo es mayor en nuestro estado, en donde el inicio del curso escolar ya tiene encima la amenaza de paro. Además, la validación del cacareado Plan para la Transformación de la Educación en Oaxaca –el PTEO-, al que especialistas en el tema educativo, han calificado como instrumento ideológico más que de formación académica y profesional. 

Oaxaca arrastra un grave rezago educativo. Ciclos completos se han perdido en medio del activismo pernicioso del Movimiento Democrático de los Trabajadores de la Educación, instrumentado por la Sección 22. A ello hubo que añadir casi tres años de pandemia; de clases virtuales, que sólo fueron tomadas en los centros urbanos. En el medio rural, los maestros en su mayoría gozaron de una especie de vacaciones. Sin ser fatalistas, es preocupante el futuro de estas generaciones, con libros de contenidos sesgados; textos de propaganda para apuntalar un régimen político considerado por sus fans como la panacea para curar todos los males del país; con el fanatismo magisterial a cuestas y un entorno social desfigurado, en donde la moda es ser sicario o narcotraficante. (JPA)

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