Opinión 

El comentario de hoy, jueves 29 de junio 2023

Ha quedado claro que el comercio en la vía pública; el crecimiento en la economía informal; la invasión de espacios públicos y de sitios emblemáticos de nuestro Centro Histórico, no es cuestión de compromiso político o de responder a las exigencias ciudadanas, sino el gran negocio que representa para funcionarios y concejales del ayuntamiento. Obvio, acotarlo o regularlo implicaría, así literal, matar a la gallina de los huevos de oro.

Al hecho de querer convertir a la capital en un gigantesco congal, de antros por aquí y cantinas violentas por allá, lo justifican con una falacia: somos una ciudad turística. Sin pecar de falso moralismo: el visitante del país o el extranjero no viene sólo a emborracharse. Pero en lo que va de esta administración se estiman en más de 280 licencias y permisos para venta de bebidas alcohólicas. En la temporada vacacional de Semana Santa se autorizaron centenas de permisos para puestos en la llamada feria artesanal, pero lo que ingresó a la Tesorería municipal fue una bicoca.

Recién se autorizaron 303 permisos a puestos presuntamente artesanales, para los festejos de julio. Y el Cabildo aprueba sin reparar en los derechos ciudadanos. No tarda en que se autorice la Feria del Antojo, a realizarse en el Paseo Juárez El Llano, en franco reto a los grupos que afirman que uno de nuestros sitios más emblemáticos y pulmón natural, ha ido en franco deterioro por la pérdida de su arbolado o por la apatía del gobierno local. Es más, hasta se había convertido en fumadero de mota. Pero no se invierte un peso para reparar la fuente o la cantera dañada.

Hace poco fueron vinculados a proceso dos funcionarios menores, señalados de haber sido los que orquestaron el saqueo al encierro “Primavera”. Más de 700 unidades fueron extraídas y enajenadas de manera ilegal. Un hecho inédito, del que los eslabones más débiles de una cadena de complicidades son consignados para encubrir a los verdaderos artífices de este despojo oficial. Denuncias y quejas, ante un muro de impunidad. La corrupción galopante maquillada con la lucha anti-corrupción. Todo ello, ante la apatía del órgano de Control Interno que tal parece que está ahí de aparato. El gobierno de la ciudad no sólo no informa ni comunica, sino que tal parece que todo deviene en la más absoluta discrecionalidad y opacidad. En año y medio de gestión ha sido calificado como uno de los peores gobiernos locales en el país. Y la capital cada vez peor. Sin obras y con la basura contaminando nuestro principal afluente. Aún hay tiempo de enmendar el rumbo, si no quiere pasar a la historia como la peor administración de la historia. (JPA)

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