Opinión 

El comentario de hoy, jueves 28 de marzo 2019

Si bien es cierto que el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública nos ubicó, hace tres semanas, como la entidad número 17 en materia de seguridad, nuevos datos revelan que en dicho rubro vamos de mal en peor. En conocido programa matutino de la televisión comercial, el pasado jueves nos pusieron después de Jalisco, en incidencia de homicidios a nivel nacional, es decir, en segundo lugar.

Es posible que el presupuesto asignado a la seguridad pública sea muy raquítico y que no alcance ni para viáticos ni gasolina, menos para el correcto avituallamiento de las corporaciones. Una investigación sobre la fuerza disponible para cumplir con su papel ante la sociedad, podría dar sorpresas desagradables. Y es que en la actual administración, más que en las pasadas, está profundamente arraigado el vicio, la debilidad o la frustración en los servidores públicos, de hacerse acompañar de ostentosas escoltas.

Salvo aquellos servidores públicos que por su mismo encargo deben estar protegidos, como el ejecutivo estatal, el Secretario de Seguridad Pública, el Fiscal General o el Comisionado de la Policía Estatal, había que preguntarse: ¿Cuántos elementos de la Preventiva, la Auxiliar o de la Agencia Estatal de Investigaciones están asignados al resguardo de funcionarios, esposas e hijos? Y a propósito, ¿qué les cuidan, a no ser su inflado ego o el de sus cónyuges?

Es impresionante ver llegar a ciertos funcionarios a cafés o restaurantes y observar el despliegue de guaruras, ante la sorpresa del ciudadano común. Pero hay más. Y son aquellos que sin tener un cargo policial, de seguridad, procuración o impartición de justicia, cometen el exceso de usar camionetas blindadas. ¡Vaya dispendio! Del tamaño de la escolta es el tamaño del miedo. E insisto: ¿miedo a qué?

Mientras esto ocurre, los asaltos en la ciudad, en el interior del estado, homicidios, secuestros, violaciones, extorsiones, los robos a bancos, a cajeros automáticos y muchos ilícitos más, están a tambor batiente. ¿Hay alguna justificación para que policías o agentes de investigación anden en tareas ajenas a su encargo, mientras la ciudadanía está en total indefensión? Por supuesto que no. El discreto operativo de seguridad que acompaña al presidente de México, es una muestra de que aquí vamos en sentido contrario a la austeridad republicana que tanto se pregona.

Lo grave de todo ello es que parece no haber voluntad política para acotar este vicio o exceso que, como hemos dicho, resulta ofensivo para el pueblo oaxaqueño. Y ahí lo dejamos para la reflexión. (JPA)

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