Opinión Portada 

El comentario de hoy, jueves 27 de noviembre 2025

Oaxaca no ha escapado a los excesos y atropellos al marco constitucional que se vienen cometiendo en los poderes de la República. Decir poderes ya es mucho. Sólo prevalece el Poder Ejecutivo. Los otros dos son simples comparsas para decir lo menos o lacayos serviles, para decir lo más. Aquí, de aquella seriedad o solemnidad con la que los magistrados y jueces, decían impartir una justicia pronta y expedita, ha derivado a un exhibicionismo atípico.

Hace algunos meses terminó su encargo la ex presidenta del Tribunal Superior de Justicia, Berenice Ramírez, con la meta a la que apuntó desde su llegada: ser electa magistrada federal. Obvio, con acordeón en mano para los votantes. Salió con varios negativos. Uno de ellos fue que, prácticamente canceló el convenio con la Universidad de Perugia, Italia, para la formación profesional de jueces y magistrados. Pese a ello, viajó a dicho país y a la citada institución, con recursos ya etiquetados al convenio referido, más como turista que para mantener el acuerdo.

Sin embargo, al menos se le reconoce cuidar y salvaguardar la imagen de independencia y autonomía del poder que representó. A diferencia de su sucesora, Erika Rodríguez que, a poco de estrenarse, apareció en fotografías con militantes de Morena, festejando el primer informe del gobierno de la presidenta Claudia Sheinbaum o en actos de eminente corte partidista. Una muestra un tanto burda de que la justicia en Oaxaca ya tiene color.

Si bien hay méritos académicos notables y una experiencia judicial que no deja de ser relativa, pues como algunos de sus colegas, la designación le vino por dedazo, su actuar dista mucho de estar al tenor de la impartición de justicia que merecen los oaxaqueños. Cuna del derecho, herencia de Benito Juárez y de grandes juristas como Cristina Salmorán de Tamayo y muchos más que han dado lustre a dicha profesión, hoy parecemos rehenes del hedonismo y las redes sociales.

No hay que olvidar que la embriaguez de poder es una amalgama podrida e indigesta. Decía Tito Livio, historiador romano que “aquellos a quienes sonríe la fortuna por primera vez, deliran y enloquecen, debido a la falta de costumbre, incapaces de controlar su euforia”. Lo grave es que, la responsabilidad de administrar la justicia va más allá de pasiones o arrebatos personales.

Nuestro marco constitucional, con todos sus remiendos a modo, debe aplicarse de arriba para abajo, sin distinción y sin cargas ideológicas. Hoy, más que nunca, aquellos y aquellas que imparten justicia y que llegaron por acordeones, de contentillo con el poder en turno o por sesgo partidista, están bajo escrutinio de la sociedad civil. Ésa que ya está despertando, pese a descalificaciones y ninguneo. (JPA)

Leave a Comment