Opinión 

El comentario de hoy, jueves 26 de octubre 2023

La capital oaxaqueña, ya lo hemos comentado en este espacio, presenta graves síntomas de abandono y apatía oficial. Asemeja, una eterna postal. Es posible que ello provoque hilaridad, pero podemos salir diez años y al volver encontrar hasta los mismos baches; los semáforos descompuestos; el vicio de la doble fila; la ausencia de obras y, sobre todo, anarquía. La situación se ha exacerbado, paradójicamente, durante los últimos cinco años, en que muchos esperábamos un cambio en el gobierno local.

El edil anterior y éste, ganaron la contienda electoral municipal, con el ardid de echar abajo los esquemas del pasado. Pero se ha seguido arando sobre el mismo surco en materia de seguridad, ausencia de normas y reglamentos en torno al comercio en la vía pública, deforestación urbana o en el tema de corrupción y conflicto de interés. Es decir, seguimos viendo la misma película de ese pasado ominoso que los regímenes emanados del Movimiento de Regeneración Nacional, quisieran borrar de un plumazo para caer en lo mismo.

Amén de la agenda pendiente en diversos rubros, vuelve a surgir la inquietud ciudadana sobre el empecinamiento de ciertos concejales, en darle la vuelta a los decretos de reserva ecológica de los cerros de El Crestón y el Fortín, para destinarlos a vivienda de alta plusvalía. Hace tres años se quiso realizar la venta de un predio municipal en el Crestón y destinar lo obtenido para el gasto corriente del ayuntamiento capitalino. Obviamente fracasó. Se trata de dos reservas naturales que los oaxaqueños estamos obligados a defender.

Es importante recordar el movimiento que encabezó el desaparecido maestro Francisco Toledo, cuando se quiso construir en El Fortín, el Centro Cultural y de Convenciones de Oaxaca. El gobierno estatal tuvo que echar marcha atrás y cambiar de lugar. Es decir, no sólo hemos tolerado el deterioro de uno de nuestros parques más emblemáticos: El Paseo Juárez, El Llano, sino que, por intereses, abiertamente políticos y económicos, se quiera cambiar el uso del suelo en los dos espacios aludidos.

Hay pues, una tendencia depredadora, ominosa y rapaz, que emana del municipio capitalino. En sentido contrario hay que ver la apatía oficial para enfrentar la deforestación citadina y la contaminación de nuestros afluentes, como el caso de las riberas del Río Atoyac, que seguirán como tiradero de basura y negocios turbios, hasta en tanto el llamado Centro Integral de Revalorización de Residuos Sólidos Urbanos –el CIRRSU- empiece a operar en San Pedro Totolapan. Y hay que estar alertas, pues, así como al Crestón y al Fortín ya les pusieron un ojo encima los limpios y pulcros operadores ex officio de las empresas dedicadas a lucrar con las reservas ecológicas, afianzadas en el poder público, no hay duda que irán por más. Al tiempo. (JPA)

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