Opinión 

El comentario de hoy, jueves 25 de octubre 2018

En la madrugada del 28 de septiembre de 2010, último año del gobierno de Ulises Ruiz, una noticia de escándalo, presuntamente hecha por un líder de una organización social de los Mixes –que permeó también en el mismo gobierno- encendió las luces de alerta en todo el país, pero particularmente de los cuerpos de socorro, organismos altruistas, Fuerzas Armadas y otros. Un deslave habría sepultado cientos de casas en Santa María Tlahuiltoltepec, Mixes, en el que habrían perecido miles de víctimas.

Mientras el tiempo corría, la realidad desmentía parcialmente el trascendido o verdad a medias. En efecto se había presentado un deslave, con consecuencias dramáticas, pues once personas fallecieron en la tragedia. Pero no en la magnitud que la falsa noticia había difundido. A pesar de ello, verdaderas caravanas de ciudadanos solidarios, provenientes de todo el país, en particular de la Ciudad de México, habían llegado a territorio oaxaqueño, con el ánimo de ayudar en el rescate de las víctimas y otorgar apoyo a los damnificados. Y se trasladaron a la zona Mixe.

Pese a que se trató de un rumor, no falso en su totalidad, ello no inhibió el buen ánimo de quienes acudieron a la zona del siniestro. Y la lección que se obtuvo de ello fue positiva. Expertos en protección civil e investigadores detectaron fallas geológicas, zonas expuestas a deslaves o desgajamientos de cerros y otros peligros. Y se fueron de la entidad, dejando una especie de Atlas de Riesgos de dicha zona. Pero como siempre ocurre, pasados los hechos, autoridades y los mismos afectados se olvidaron de los peligros que se ciernen sobre sus cabezas y de sus familias.

El jueves pasado tuvimos que lamentar el deslave de un cerro en San Pedro Ocotepec, Mixes, con un saldo mortal de seis personas fallecidas, la mayoría niños. Días antes hubo otro deslave en Candelaria Loxicha, en el que por fortuna no hubo víctimas. Hay en la entidad zonas vulnerables a deslizamientos de tierras, desgajamientos y tierras bajas como en la Cuenca del Papaloapan, que se convierten en un riesgo inminente en temporada de huracanes y tormentas tropicales. El fin de semana, las tormentas ubicaron a Huatulco como una zona de emergencia, además de varios municipios en la Sierra Mazateca, la Cuenca y el Bajo Mixe.

Habría que preguntar sin ánimo de descalificar ni denostar: ¿han tomado conciencia de ello las autoridades; los legisladores y todos aquellos que están involucrados con las tareas de protección civil? Pues no se ve por ningún lado que existan tareas de prevención. Vivimos en la inmediatez de los acontecimientos. Nuestra cultura de protección es salir al paso de los siniestros y, de ser posible, tapar el pozo después del niño ahogado. En efecto, en este rubro hace falta mucho por hacer, más allá de las condolencias, de los buenos propósitos o de salir en la foto. (JPA)

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