Opinión 

El comentario de hoy, jueves 25 de enero:

El próximo 4 de febrero, según información oficial, será inaugurada la carretera a la Costa, tramo Barranca Larga-Ventanilla. Según ha trascendido, será el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador quien encabezará la ceremonia. Sin embargo, tal parece que la moda de los últimos tiempos es inaugurar obras sin que éstas se hayan terminado. Es el caso de la vía carretera a que hacemos mención.

Luego de trascender la información, el titular de la Secretaría de las Infraestructuras y Comunicaciones del gobierno estatal, Netzahualcóyotl Salvatierra, reconoció que hay tramos que no están concluidos, lo que anticipa que, con certeza, se procederá a la ceremonia inaugural, para cerrarse otra vez y concluir la citada obra. Esto es, durante 17 años la vía carretera citada sigue como un sueño guajiro para los oaxaqueños, luego del fracaso de al menos cuatro empresas constructoras.

Durante el gobierno de la llamada cuarta transformación, nos han llevado y traído con el cambio de fechas desde 2022 hasta este 2024. A ello hay que recordar que una de las promesas de campaña del ex gobernador Alejandro Murat, allá a mediados de 2016, fue concluir tanta la vía a la Costa como al Istmo en 15 meses. Pasaron 6 años y jamás se cumplió a los oaxaqueños.

Sin embargo, también hay que reconocer que otros factores han sido determinantes para que ambas obras no se concluyan, particularmente la de la Costa. Uno de los obstáculos ha sido la voracidad de grupos locales, además de autoridades municipales y comunales, que han visto en la obra carretera, una mina de oro para explotar. Ora por conflictos agrarios o límites o simplemente para sacarle dinero al gobierno, con demandas que se han traducido en bloqueos.

No hay duda que –y perdón por mi pesimismo- mientras hay quienes ya se alistan para emprender su viaje a Puerto Escondido u otros sitios de la Costa una vez que la citada vía sea abierta, hay otros que ven en las casetas de cobro y los tramos que pasan por sus jurisdicciones, como una minita potencial que hay que explotar. Lo hemos vivido en la Oaxaca-Cuacnopalan. No obstante, la advertencia de penas hacia quienes toman las casetas de peaje, las ubicadas en dicha vía siguen como puntos de saqueo.

La cultura del chantaje, lo hemos comentado mucho en este espacio, está muy arraigada en la conciencia colectiva del oaxaqueño, pero, sobre todo, de comunidades, grupos y organizaciones sociales a cuyas autoridades o dirigentes, les rinden buenas ganancias. Afectar la libre circulación y los derechos de terceros parece ser parte de su identidad originaria, ante el miedo cerval de las autoridades para aplicar la ley y salvaguardar los derechos de las mayorías. (JPA)

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