El comentario de hoy, jueves 24 de abril:
Pese a promesas, a discursos sobre el mejoramiento de las cosas en la capital, que son ejes de las campañas políticas, vemos con preocupación que cada trienio las cosas siguen mal o peor. Cada vez es mayor la contradicción entre ganar elecciones y tener el mando. Oaxaca de Juárez sigue arrastrando resabios de anarquía en calles y avenidas.
A poco de entrar en funciones la nueva administración municipal trascendió en redes sociales todo un directorio de sanciones para amonestar a quienes violen las normas viales. Desconozco si existe algún Reglamento de Tránsito. Lo cierto es que los vicios de antaño siguen haciendo caótica la circulación vehicular. Prevalece la doble fila a todas horas del día; el desorden del llamado transporte foráneo; la anarquía en el cobro de los estacionamientos y los abusos en las unidades del servicio urbano.
Hace días trascendió el propósito de convertir en peatonales algunas calles del Centro Histórico. Y se llenaron ciertas vialidades de macetones que no tardan en ser saqueados, destruidos u olvidados, como está el Zócalo y la Alameda. Estos sitios emblemáticos para el esparcimiento de los citadinos, desde hace décadas, son rehenes de grupos, organizaciones en eterna protesta o comerciantes en la vía pública.
Mucha alharaca se le hizo hace años a la conocida como ciclovía, para privilegiar este tipo de transporte. Calles y avenidas tienen aún un carril confinado para los usuarios. En otras ha desaparecido. Y en donde existe, son continuamente invadidas o por el transporte regular o por motociclistas. Quien haya creado dicho concepto, sin duda pensó en un buen propósito. Pero la realidad la ha hecho fracasar.
Al menos las partes de dicha vía que se encuentran en la Colonia Reforma, ya de por sí asfixiada por la falta de estacionamientos o lo costoso de los mismos, han sido en términos llanos, un estorbo. Cualquier autoridad puede constatar la poca viabilidad de la ciclovía; cuántos ciclistas circulan por la mismas y el abuso de quienes la invaden a diario.
Amén de todo ello, la ciudad se ha convertido en un cementerio de carros viejos, los cuales siguen desde hace años abandonados por sus propietarios en la vía pública. Y ahí siguen como refugio de maleantes o nidos de fauna nociva. Y nadie mueve un dedo. Y es que hay que decirlo, desde que se inventaron las famosas conferencias o mesas de seguridad del gobierno local, los funcionarios se asumen blindados para dar la cara.
Se ha perdido la sensibilidad para atender la queja o denuncia ciudadanas. No hay vocación de servicio ni, mucho menos, mística de trabajo. Repiten como loros servir al pueblo, pero a éste lo perciben como una abstracción, un ente que se sabe que existe, pero no saben dónde. (JPA)