Opinión 

El comentario de hoy, jueves 21 de junio de 2018

La sociedad oaxaqueña asemeja ser una sociedad exhausta, al borde del hartazgo o la crispación. Vivimos de manera permanente secuestrados, acotados, humillados. Hoy unos cuantos nos aíslan del resto del mundo y del centro del país. Mañana serán otros. Toman carreteras, casetas de cobro, aeropuerto. Hay una tendencia negativa y enfermiza hacia el turismo. El gobierno promueve a Oaxaca en el mercado turístico mundial y unos pocos se encargan de demoler ese propósito.

Asuntos locales o domésticos son motivos suficientes para cerrar carreteras. Por dos semanas la carretera Transístmica estuvo cerrada por vecinos de Estación Mogoñé. Querían desconocer a la agente municipal, porque no es del grupo del dirigente de la UCIZONI, Carlos Beas. La lucha por imponer autoridades y de cotos de poder, disfrazada de inconformidad social, provoca serios descalabros a la economía, la paz social, la civilidad. Y aún dicha vía ha seguido cerrada por un tema particular. Un sujeto que estaba bajo proceso con cargos graves, fue liberado. La familia de la víctima se fue por los lugares comunes: el bloqueo.

Durante tres semanas la economía local y la paz social estuvieron colapsadas por el paro magisterial. El Centro Histórico con un plantón virtual y fantasmal. Pero montado con toda la mala leche. Crear molestia, enojo, provocar, pues. Este fenómeno se ha ido generalizando, como la toma de casetas de cobro. Extorsionar a automovilistas, a transportistas. Sacar para el chesco o para lo que fuere. Lo mismo comuneros, normalistas, maestros o viles agitadores. Lo mismo da.

Oaxaca parece ser una ínsula de impunidad; una utopía barata de desorden, anarquía y miedo. Antes y después de los procesos electorales la consigna es: no los toquen, hagan lo que hagan. Son los mismos de siempre los que han encontrado que el chantaje es la industria más rentable y la práctica se va generalizando, precisamente porque no hay una muestra de autoridad.

Por ello, el directorio de organizaciones y membretes se han ido multiplicando y el bloqueo se ha convertido en institución. Si se le fincan responsabilidades a alguno, pese a las atrocidades que pueda cometer –y como ya lo hemos visto- al rato estará la llamada para soltarlo. Todo es complicidad, clientelismo institucional y miedo a aplicar la ley. Los ciudadanos nos hemos convertido en cómplices silenciosos.

Con el ardid de que somos una de las entidades más pobres del país y de considerable población indígena; con el magisterio más combativo de la CNTE y demás barrabasadas, Oaxaca se ha ido deteriorando en el entorno nacional. Los gobiernos y en el entorno nacional, nos ven con conmiseración o con repudio. Seguimos rezagados, a la deriva. Y pese a las mejores intenciones de la administración en turno, no se ve la luz al final del túnel. (JPA)

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