Opinión 

El comentario de hoy, jueves 21 de febrero, 2019:

Una gran indignación provocó en las redes sociales, pero sobre todo en el ambiente político y cultural del país, la expresión de racismo y xenofobia de un actor de televisión, en torno a nuestra joven actriz indígena Yalitza Aparicio. Es aberrante que en pleno Siglo XXI, cuando los derechos de los indígenas, de las minorías, grupos vulnerables y demás, están garantizados por nuestra Constitución, haya mentes arcaicas que denuestan a sus semejantes por el color de la piel, su apariencia física, idiosincrasia o religión.

La expresión fue grotesca: “pinche india”. Y si bien es cierto que luego se retractó, ello hizo aflorar en los oaxaqueños, un sentimiento de repudio. El ascenso de nuestra joven actriz es meteórico y, obviamente, está muy por encima de muchas artistas consagradas que se han dedicado a la actuación durante décadas. He ahí el por qué surgió un grupo que pretende vetarla de los premios “Ariel”, que se entregan en México a lo más destacado del Séptimo Arte. El afán del cangrejo que caracteriza al cine y la televisión mexicanas.

¿Qué sería de México sin las aportaciones de los pueblos indígenas, en lo que se refiere a cultura, tradiciones, arte e identidad? Oaxaca es un mosaico multiétnico y pluricultural, en donde se conjuga en perfecta armonía la tradición y la modernidad. ¿Se explica el estado sin la creatividad de algunos de nuestros pintores de raigambre indígena; la música, sin las bandas infantiles y juveniles de Los Mixes, la Sierra Norte o el folklore de la Costa oaxaqueña, permeado también por actores de nuestra tercera raíz: la población negra?

Es cierto, mucho de lo indígena se ha prostituido por vividores que lo han tomado como bandera para formar organizaciones y grupos de presión, pero es mucho más lo que ha prevalecido de valioso. Y Yalitza puede ser hoy en día un boom mediático, pero finalmente es nuestro rostro más famoso, nuestra esperanza, la imagen que ha recorrido el mundo, en las portadas de revistas conocidas a nivel mundial. El comentario doloso pues, al que nos referimos al principio, no deja de ser ocioso y torpe, opacado por una avalancha de aplausos.

Es nuestra identidad indígena y el sentimiento de pertenencia lo que nos ha hecho ser un estado, que algunos han calificado como la reserva espiritual de México, con todos nuestros problemas y no obstante nuestra complicada convivencia social. Y de nuestra identidad originaria han surgido grandes hombres, talento, creatividad y carácter, que como sentenciara Heráclito, también es destino. (JPA)

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