El comentario de hoy, jueves 18 de agosto 2022
En los tiempos de los gobiernos neoliberales o conservadores –como se les llama hoy- el turismo era un pivote elemental del desarrollo económico. La dependencia federal responsable era una especie de soporte para las estatales y sus delegaciones en todo el país, particularmente en estados de afluencia turística considerable, pues verificaban y supervisaban para procurar buenos servicios, evitar abusos y sancionar malas prácticas.
La promoción y la publicidad eran una labor corresponsable, que no sólo involucraba a los tres órdenes de gobierno sino también a los organismos y cámaras de prestadores de servicios: hoteles, restaurantes, agencias de viajes, tiendas de artesanías, transportadoras, taxistas, etc. Todos en un mismo barco, tratando de obtener más afluencia de visitantes del país y el extranjero; cuidarlos; elevar el promedio de estancia de los mismos y, por supuesto, incrementar la derrama económica. Y en todos los destinos.
Había sanciones para aquellos establecimientos que ofrecían mala calidad en los servicios, cobros excesivos o abusos. Hasta el cierre de negocios o concesiones. Sin embargo, esa mística parece haber desaparecido. En la pasada temporada vacacional, al menos en redes sociales, las quejas y denuncias fueron constantes. Lo mismo por la reventa de boletos para el evento folklórico de los Lunes del Cerro que taxistas abusivos o restaurantes de cocina tradicional, ancestral y todos esos artificios que ha inventado el boom comercial, para sangrar al visitante.
Igual de cobros excesivos en antros y hasta el caso de la intoxicación de 41 comensales, con un inexplicable hermetismo oficial. Sin ánimo de descalificar a nadie ni poner en tela de juicio a ningún negocio o persona, había que preguntarse: ¿cuál ha sido el trabajo de las cámaras o asociaciones que prestan el servicio al turismo, para verificar entre sus agremiados la cultura del buen servicio? ¿Y la labor de capacitación de las instancias gubernamentales? Porque lo que se ve, es un propósito perverso e inmoral matar a la gallina de los huevos de oro, que es el turismo.
Según los conocedores del tema, Oaxaca y sus principales destinos son de turismo de temporada y la capital, destino de paso. De la borrachera de julio pasamos a la resaca de agosto, septiembre y octubre. Temporada baja. Si acaso los puentes o fines de semana largos serán un alivio. Bocanadas de aire fresco que, así como las esperan los prestadores de servicios, también los clásicos grupos y organizaciones sociales que viven del chantaje y la dádiva del gobierno. Con todo este panorama, sólo una pregunta que engloba muchas más: ¿No es factible crear una cultura de la corresponsabilidad y de atención al turismo, en donde quede atrás el clásico paternalismo estatal y organismos, cámaras y prestadores de servicios se pongan –así literal- las pilas para mejorar el servicio en la industria sin chimeneas? Es decir, ¿cómo frenar tanto abuso? Ahí queda de tarea. (JPA)