El comentario de hoy, jueves 17 de octubre 2024
La capital oaxaqueña está cumpliendo en este 2024, 37 años de haber sido incluida en la lista del Patrimonio Cultural de la UNESCO. Una distinción que sólo ha servido para que ediles y funcionarios se balconeen. Jamás para promover iniciativas que permitan la protección y salvaguarda de nuestro rico patrimonio histórico, del vandalismo, la destrucción y la abulia institucional.
Ver fotos históricas de fines de los Siglos XIX o principios del XX, genera una gran nostalgia. Pero, también, indignación y cuestionamientos respecto a nuestro patrimonio histórico o natural, perdido. Hemos sabido, por ejemplo, del lugar en que se ubicaría la reja que tenía el ex templo de Santo Domingo de Guzmán, la que dicen se localiza rodeando la iglesia de Santa María Coyotepec, pero poco se sabe de los angelitos o la reja que rodeaba a la Catedral Metropolitana.
Personas mayores, de al menos de 70 o más, recuerdan los candiles afrancesados que se ubicaban en un camellón frente a Catedral o los leones de mármol de El Llano. Además del saqueo que se dio de piezas arqueológicas, retablos y obras del arte colonial, no sólo en la capital sino en templos y ex conventos o sitios precortesianos en las regiones, antes de que hubiera leyes que los protegieran, hay un gran legado perdido, cuya ubicación y recuperación sería, así sin tapujos, una tarea titánica.
Algunos de nuestros pueblos han sido también despojados de su patrimonio común. A fines de los 60s y principios de los70s del Siglo XX, alumnos de primaria en Miahuatlán de Porfirio Díaz, aprendimos el poema de don Basilio Rojas, dedicado al paraje llamado “Los Arcos”. Vestigio de un antiguo acueducto, era un venero natural y sitio de recreo para todo el pueblo. Decía don Basilio: “¿Dime castálida fuente, quién hizo tu bello trazo, fue acaso cierto Apeles, Miguel Ángel o Tiziano, burilando tus encajes, un Fidias o algún pelasgo?”
Y remataba: “No, no fueron ni buriles, ni cinceles ni guijarros, ni instrumentos de arquitectos que hicieron los humanos, los que forjaron tu belleza, Agua de los Arcos, castálida fuente de mi pueblo santo”. Pues bien, este paraje recordado por el distinguido historiador y benefector miahuateco, es hoy en día propiedad privada. ¿Cómo llegó a convertirse en tal? Lo desconozco.
Hurgar en el pasado y encontrar la hebra de tantos casos similares sería, insisto, una labor propia de titanes. Se sabe por ejemplo, que Chichen Itzá, se encontraba en jurisdicción de la hacienda de la famosa familia yucateca Barbachano. El gobierno federal tuvo que pagar para poder recuperar ese gran monumento histórico.
Sin embargo, hay también forma de evitar que se conviertan en patrimonio particular, como es atender la invasión silenciosa del polígono de Monte Albán, en donde vivales se han aprovechado de la necesidad de vivienda de gente humilde, para lucrar. (JPA)