El comentario de hoy, jueves 13 de octubre 2022
La pandemia de Covid-19, cuya contingencia sanitaria inició en marzo de 2020, trajo consigo una lista enorme de daños colaterales, además, claro, de la lamentable pérdida de vidas humanas, que sólo en Oaxaca se estiman en más de 6 mil. Trajo consigo, además, falta de insumos médicos, especulación para el tratamiento de la enfermedad, desempleo, precariedad económica, carestía y, por supuesto, una parálisis en la administración pública gubernamental y en el rubro de educación, entre otros.
La suspensión de las clases presenciales y la llegada del modelo virtual o híbrido, fue un hito que contribuyó aún más al atraso y el rezago escolar. La falta de conectividad en algunas regiones del estado, la carencia de aparatos de televisión, tabletas o computadoras, clara evidencia de la pobreza, motivó un esfuerzo adicional de padres y madres de familia, para que sus hijos no perdieran clases. Y hubo maestros que lo entendieron, que fueron los menos. Los más, lo tomaron como vacaciones pagadas y muchos se resisten a regresar.
Un caso similar ocurre entre los empleados de base del gobierno del estado. La pandemia sigue, sin duda alguna. Sin embargo, la aplicación de las vacunas ha paliado su letalidad. Desde hace meses tanto el gobierno como la ciudadanía y los sectores productivos, se aplican a volver a la llamada nueva normalidad, utilizando aún los protocolos aplicables para contener la proliferación de contagios. Pero, para la burocracia estatal, ya les supo estar en casa o haciendo otras labores y, con el argumento de la pandemia, siguen disfrutando de su salario sin cumplir con su trabajo.
Es más, hay quienes pujan y presionan para regresar en diciembre, mientras algunas oficinas, sobre todo las que atienden al público, contribuyen a retrasar trámites y hacer del tortuguismo burocrático, la constante de estos tiempos. Cuestión de privilegios, inequidad o injusticia, los trabajadores de confianza han sido obligados a trabajar aún en los peores tiempos de la pandemia. En ciertas áreas del gobierno estatal hubo contagios masivos cuando directores “negreros”, sin importar la grave crisis sanitaria emplazaron a sus jefes de departamento y empleados a cumplir con sus horarios. Hay pues una carga evidente de irresponsabilidad y cinismo en la actitud de resistirse a cumplir con lo que tienen encomendado. La comodidad y el relax ya les supo. Hay que seguir perviviendo de lo que el gobierno da sin la obligada reciprocidad que es inherente al salario que perciben. Para echar la hueva –como se dice vulgarmente- argumentos y justificaciones sobran, aunque la pandemia no sea ya, a más de dos años y medio del inicio de la contingencia, un elemento válido. (JPA)

