El comentario de hoy, jueves 11 de julio 2024
Cada semana, religiosamente, en las llamadas mesas de Seguridad, los y las titulares de la Secretaría de Gobierno, de Seguridad y Protección Ciudadana y del Secretariado Ejecutivo del Sistema Estatal de Seguridad Pública, echan de su ronco pecho. Ratifican el viejo mito de que Oaxaca es de las entidades más seguras del país y que sus habitantes viven, prácticamente, en un Edén de tranquilidad, paz social y felicidad.
Lo mismo se señala el descenso de delitos de alto impacto como el homicidio doloso, feminicidio, secuestro, pero poco o nada se dice, del incremento brutal del cobro de piso y las extorsiones. Asimismo, se ha guardado un profundo hermetismo respecto al boyante negocio que representa para las corporaciones policiales, el tráfico infame de indocumentados, casi de la mano de las organizaciones criminales.
Bien dicen muchos de quienes han abandonado sus países en busca del sueño americano que, para alcanzarlo, deben salir bien librados del infierno mexicano. Y en ese calificativo, Oaxaca no es la excepción. Un simple observador puede constatar la circulación en la ruta Istmo-Oaxaca, de autobuses repletos de migrantes. Los mismos pagan tarifas elevadas a sus traficantes, quienes ya etiquetados pasan sin tocar baranda los retenes de la Policía Estatal y la Agencia de Investigaciones en Niltepec, La Reforma, Yautepec y cuantos se les ocurran montar.
El pago es en efectivo. Fajos de dinero son entregados a los jefes policiales. Eso aparte de operadores de la maña que suben a los autobuses en Juchitán y esquilman uno por uno a los migrantes. Los operativos para dizque librar los retenes son burdos. Bajan a cuarenta o cincuenta en Jalapa del Marqués para librar el puesto de la Guardia Nacional, pero adelante recogen a otra cantidad similar. Y todos le entran al negocio, desde policías, elementos de la citada corporación federal, Migración, taxistas, mototaxistas, presidentes municipales y obvio, las bandas delictivas.
El tráfico humano se ha perfilado como el negocio más rentable, incluso que el propio trasiego de droga. Es infame, pero les dejan buenas rentas a aquellos que, escudados en chapetones, uniformes y armas de cargo, le hacen la bolsa a sus superiores y el juego a los mañosos. Había que preguntarse: ¿y qué se hace en las famosas mesas de seguridad al respecto, luego de tanta faramalla de habilitar albergues y rentar autobuses para coadyuvar a las caravanas a salir del territorio estatal?
Hay que subrayar que, tal parece que pese a los buenos oficios de organismos locales y nacionales de derechos humanos, en torno a esta problemática, las denuncias siempre tocan con pared. Para los que lucran con este tráfico infame, que sigan los gobiernos de México y Estados Unidos discutiendo sobre el tema de la migración, mientras este fenómeno social no se suspenda, la danza de los millones continuará. (JPA)