El comentario de hoy, jueves 1 de agosto 2019
Terminaron las fiestas de julio y todo lo que significó nuestra celebración anual de La Guelaguetza. Terminaron por ahora también, los abusos en contra de los visitantes, con los que algunos se empeñan en matar a la gallina de los huevos de oro. Los platos de mole de 400 pesos; los kilos de barbacoa de 500; las copas de mezcal de 300 pesos o más. El ardid de la cocina prehispánica de algunos restaurantes, para hincar más el diente. Son esos excesos abominables que nos ubican como un pueblo sin límites ni controles, que explota a placer al turismo.
Los robos, asaltos y cristalazos fueron el corolario de la inseguridad que prevalece tanto en la capital como en el estado. Hubo denuncias de robo de equipos de cómputo, para cuyo rescate las víctimas ofrecían recompensas. Es decir, pareciera ser una confabulación concatenada y perniciosa para afectar la única industria más o menos rentable que tiene Oaxaca: el turismo.
Los festejos de esta temporada fueron asimismo, festín de sindicatos, grupos y organizaciones sociales. De dirigentes sin escrúpulos, falsos redentores sociales y hasta comisariados comunales. Voraces y oportunistas que aprovechando los tiempos de mayor afluencia de visitantes, marcharon, bloquearon calles, cruceros, carreteras o se dedicaron al atraco en la caseta de Huitzo. Una manera de degradar la grandeza de Oaxaca y de su enorme riqueza cultural.
Hay en la entidad una cultura bien desarrollada: la de alargar la mano. La mayoría de los citados grupos y organizaciones aprovecharon la temporada para movilizarse y exhibir ante oaxaqueños y foráneos, que sus peticiones –pecuniarias, por supuesto- no son cubiertas por el gobierno. Que quieren recursos para obras en sus comunidades; que les urge para terminar otras. Pero en todo, es dinero aquello que los mueve. Terminaron pues los festejos de julio y vendrán los tiempos de vacas flacas. Si acaso nos habremos de reponer un poco en la fiesta de Muertos, a principios de noviembre, si bien nos va. Si no, hasta diciembre. Otra vuelta de tuerca, otra temporada de oro para los vivales, oportunistas y hambreadores. Hay que exprimir al visitante; hay que sacarle al gobierno. Ante la abulia oficial el escenario será el mismo: un Centro Histórico convertido en estercolero, zahúrda y basurero. Nuestros edificios coloniales opacados por la vendimia, el ambulantaje, la inseguridad. El legado cultural a la zaga de las ambiciones de particulares y de grupos. (JPA)