Opinión Portada 

El comentario de hoy, martes 3 de junio 2025

Finalmente y después de tantos dimes, diretes y controversias, el domingo pasado se llevó a cabo la elección para renovar el Poder Judicial de la Federación. El pueblo bueno y sabio respondió como se esperaba: con una total apatía. Expertos y analistas del entorno electoral, igual que partidos opositores, organizaciones civiles y críticos del partido en el poder, la consideraron como uno de los peores agravios a la democracia y a México.

Se trató, y ello no es un secreto, de un proceso plagado de irregularidades y violaciones flagrantes a la ley. Las famosas tómbolas y la manipulación de las listas de aspirantes en el Senado de la República, que permitió incluso la inscripción de aspirantes con abiertos nexos criminales y delictivos, pone en entredicho una vez más nuestro perfil de narco-Estado. De aquí para adelante, el pueblo estará en total indefensión ante los abusos de los poderes establecidos y los poderes fácticos.

Se trato, sin duda, de una elección inédita y atípica. La confusión se mezcló con la ignorancia. Además, fue producto de la venganza del ex presidente López Obrador, pues durante su gobierno, el Poder Judicial fue el fiel de la balanza que limitó su poder onmímodo y acotó una serie de medidas y reformas arbitrarias, justificadas solamente por la simpatía ciudadana.

¿Era necesaria una reforma al Poder Judicial de la Federación? ¿Se requería una sacudida para acabar con el nepotismo, la corrupción y los privilegios en la SCJN, magistrados de circuito y jueces de distrito? Por supuesto. Pero no así. La salvaguarda de nuestro marco legal, nada tiene que ver con la popularidad. Menos con un proceso lleno de claroscuros, manipulado, partidizado, inducido. Abrirle la puerta a la mediocridad, la inexperiencia y a los alfiles del crimen organizado.

En el país se cometieron las peores pifias para sacar la elección. Toda la estructura del poder se movilizó para inducir el voto; el reparto de acordeones; el vulgar acarreo como en los peores tiempos de la hegemonía priista y, sobre todo, aprovecharse de la ignorancia de los votantes. En Oaxaca, se usaron 6 boletas con distintos colores, para elegir a 35 mujeres y hombres de cuyos nombres y cargos jamás escuchó el ciudadano.

Aquello de que se acabará la corrupción, que la justicia estará cercana al pueblo y los juzgadores legitimados por el voto popular, sólo conllevarán a la instauración de una oligarquía, un Estado a modo y la supresión de la división de poderes. Pues pese al fracaso en la participación ciudadana y a la opacidad en la calificación por parte del Instituto Nacional Electoral, no hay duda de que los apologistas del régimen se llenarán la boca para aplaudir este fraude. (JPA)

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