El comentario de hoy, jueves 10 de noviembre de 2016
La semana pasada, una noticia cimbró a la opinión pública del país: un tirador solitario, que viajaba en un autobús de San Mateo Atenco a una estación del metro de la Ciudad de México, abatió a cuatro delincuentes, que habían hecho del robo a pasajeros su modus vivendi. Los estudios periciales y las investigaciones revelan que se trató de un profesional que ajustó cuentas, ante un sistema de justicia que cada vez muestra más sus vacíos.
El recrudecimiento de los linchamientos públicos y la justicia por propia mano, parecen estar sentando un precedente, ciertamente negativo. Ante el elevado índice de criminalidad en el país, que supera en mucho al que se padeció en el gobierno del panista Felipe Calderón, la nueva Inquisición y los tribunales populares, muchas veces acusando a justos por pecadores, se van imponiendo frente a un aparato de justicia obsoleto y acartonado.
Hace poco más de un mes, un ladrón domiciliario fue asesinado a golpes y posteriormente incinerado en Santiago Matatlán. Que se sepa no hay detenidos ni consignados por estos hechos. Las mismas autoridades se han allanado ante lo evidente: la voz del pueblo, es la voz de Dios. Vox populi, vox Dei.
No obstante, un simple rumor; la sospecha o la paranoia de algunos, pueden generar verdaderas tragedias y actuar contra inocentes. Hace algunos meses, vendedores de ropa fueron confundidos con roba-chicos en San Lorenzo Cacaotepec. La turbamulta enardecida quería lincharlos, sin pruebas, sin elementos de culpabilidad. Las mismas autoridades municipales contribuyeron a esta confusión.
Hace poco más de dos décadas, en la región istmeña, dos delincuentes fueron quemados vivos, luego de que una multitud de vecinos de San Blas Atempa los sacara a rastras de la cárcel municipal de Tehuantepec. Los señalaba de haber asesinado a un conocido médico de la primera comunidad. Diversos medios de información, locales y nacionales, dieron cuenta de este hecho.
Sin embargo, de no valorar la delgada línea que podría separar al acusado injustamente con el delincuente consumado, se podrían cometer actos criminales y resolver la inseguridad con más violencia. Hace unos días en una comunidad del Valle de Etla, autoridades municipales enviaron avisos a los vecinos, de supuestos sujetos sospechosos que merodeaban escuelas y calles.
Estas acciones crearon estupor y paranoia, incluso deseos criminales de parte de vecinos pacíficos y honorables. Por fortuna no pasó a mayores. Pero una alarma inadecuada; un aviso sin sustento, acusaciones o suposiciones, puede ser el origen de graves delitos y justicia por propia mano con la persona equivocada.
Lo cierto es que al parecer, ante tanta violencia e inseguridad, y la incapacidad del Estado en proteger a la ciudadanía, están apareciendo vengadores anónimos. Otro capítulo de la justicia por propia mano. (JPA)