El comentario de hoy
Un vistazo a los nombres del gabinete que han sido designados en las dos últimas semanas, nos remite a aquella genial interpretación que sobre la clase política hiciera don Luis González y González, historiador michoacano: la élite que ha vivido en y de la política en este país se recrea de manera generacional. Es una ronda: ayer fueron los padres, ahora los hijos y mañana los nietos. Este país se gobierna, afirmaba don Daniel Cosío Villegas, compilador de esa incomparable obra llamada “Historia Moderna de México”, por una monarquía sexenal absoluta por vía transversal: Son los mismos, nada más que con las caras más lozanas.
Hay varios, pero sobre todo dos politólogos norteamericanos que han estudiado la política en nuestro país y han analizado con profundidad el fenómeno generacional: en este país lo que menos importa es el talento. Lo que vale son los compromisos y las cohortes generacionales; el pago de favores y la idea de que echando a perder se aprende. El poder se hereda, en diversos estratos de la vida púbica. Al menos en eso coinciden Peter H. Smith y Roderic Ai Camp.
Según ambos, los colados son muy pocos. Todos deben tener etiqueta. Los mejores méritos académicos y experiencia laboral se estampan con una realidad patética: en este desolladero político los bienvenidos al banquete del poder son muy pocos. Una diferencia sustancial –aunque no por ello menos cuestionable- a los cuates y las cuotas del gobierno que recién concluyó su período.
Lo que hemos observado hasta hoy en el recién ungido gabinete legal y ampliado es que se han privilegiado más los compromisos que el perfil; que se sigue la dinámica de la vieja escuela: etiquetar los puestos sin importar la capacidad, la experiencia y las tablas de los titulares, para hacer un buen papel en donde fueron designados. Es decir, hay que improvisar para aprender.
Como contradicción a la ronda generacional a que hacemos referencia, fiel a la vieja práctica de la decadencia política, el chambismo no ha estado ausente en este inicio de régimen. Luego de su deplorable papel como diputadas y diputados en la pasada legislatura –que ha sido considerada como la peor de la historia- no son pocos y pocas quienes se aprestan a incursionar como funcionarios. La cuestión es pues no dejar de succionar la ubre estatal. Pareciera ser que haber hecho un papel vergonzoso como representantes populares, fuera una condición sine qua non para seguir medrando en la gestión pública. ¡Pobre Oaxaca pues! ¡Tan lejos de Dios y con una administración de aprendices y viejos cartuchos quemados! (JPA)