El comentario de hoy, jueves 29 de mayo 2025
Aunque suene a ironía, Oaxaca es el estado más reconocido por su patrimonio cultural. La capital, el conjunto conventual dominico de Cuilapan de Guerrero y la zona arqueológica de Monte Albán, son desde 1987, Patrimonio Cultural de la Humanidad por la UNESCO. Hace algunos años, el mismo organismo internacional consideró la gastronomía oaxaqueña como Patrimonio Cultural Intangible.
Pero hay más reconocimientos, como la Reserva de la Biósfera Cuicatlán-Tehuacán o el Geoparque Mixteca Alta, un proyecto comunitario y educativo reconocido por la UNESCO como Geoparque Mundial, el cual destaca por su patrimonio geológico, la interacción entre la naturaleza y la sociedad, y su herencia cultural.
Aparte, claro, de una serie de menciones honoríficas. Cualquier organismo, publicación, consejo, cofradía u otras, nos consideran una entidad con una legado cultural impresionante. No han faltado quienes consideran a la ciudad de Oaxaca como una de las ciudades más bellas al menos de Latinoamérica, si no es que del mundo.
Sin embargo, ¿alguien se ha preguntado sobre nuestro patrimonio cultural perdido? El mismo que puede estar en manos de ex gobernantes, políticos, potentados económicos de viejo o nuevo cuño o vulgares traficantes de bienes antiguos? Porque con certeza hay piezas arqueológicas que están en el extranjero, las cuales fueron extraídas de manera ilegal de ciertos espacios. Igual que muchos retablos o pinturas de artistas del período colonial.
Pero tambien hay otras reliquias históricas que vimos algún día y, como por arte de magia desaparecieron de un día para otro. Por ejemplo, la reja que rodeaba a la Catedral o los angelitos que adornaban la reja del ex conjunto convental dominico de Santo Domingo de Guzmán, que según se comenta, fueron llevados a Santa María Coyotepec. Seguramente el titular de la Secretaría de Cultura, conocido “luchador social”, debe tener datos al respecto.
Pero hay quienes se preguntan ¿y dónde quedaron las lámparas tipo art noveau que se encontraban frente a Catedral, aún en los años 60 del Siglo XX? ¿O los leones de El Llano, que eran de mármol y no de yeso como los actuales? Y las interrogantes siguen: ¿qué pasó con la fuente que había en el primer patio del edificio colonial del controvertido Museo de Arte Contemporáneo –MACO-, cuya administración y salvaguarda se mantuvo durante décadas en manos de una asociación de amigos de dicho espacio cultural?
Con certeza, hay mucho más de ese patrimonio cultural perdido, cuya hebra y destino no han encontrado los oficiosos sabuesos de la actual Consejería Jurídica. (JPA)