Opinión 

El comentario para jueves 11 de mayo, 2017

El mes de mayo es emblemático para oaxaqueños y no oaxaqueños. Hay un rosario de festejos tradicionales. El día del Trabajo, el aniversario de la Batalla de Puebla, el Día de la Madre y el Día del Maestro. En ese ambiente de celebraciones, no todo es miel sobre hojuelas, también hay pesares. Para nosotros, las clásicas movilizaciones de la Sección 22, que trastocan por completo la paz social y la tranquilidad ciudadana.

En el Istmo de Tehuantepec, durante este mes se celebran las tradicionales velas. Expresiones únicas de la riqueza cultural de esa región y algo excepcional en nuestro entorno multiétnico y pluricultural. Antaño era una delicia asistir y disfrutar de los bailes, la comida y la solidaridad entre la gente, que está por encima de cualquier expectativa. Hoy, las cosas han cambiado.

Sin embargo, la inseguridad que ha golpeado con dureza al país y, particularmente a Oaxaca, permea por doquier. Tuxtepec dejó de ser aquel vertedero de riqueza natural, para devenir una zona en estado de sitio. Sin fatalismo de ninguna especie, el Istmo no se aparta de este esquema. Ubicado como una de las Zonas Económicas Especiales, que pueden ser los pivotes del desarrollo del país, enfrenta dos fantasmas:

Por un lado la inseguridad y, por el otro, una agitación social inédita que se mueve en torno a los proyectos de energía eólica. Las empresas que han invertido en el rubro de energía limpia –y lo hemos mencionado en ocasiones anteriores- padecen un largo peregrinar para poder operar. El ejecutivo estatal ha promovido la inversión en diversos foros nacionales e internacionales, pero hay grupos y organizaciones, con uno y mil argumentos, para obstaculizar su puesta en marcha.

El esfuerzo gubernamental choca de frente con intereses oscuros; con propósitos perversos de quienes le apuesta al atraso y al rezago. Un día son los comuneros de Santo Domingo Ingenio, al día siguiente son los de Álvaro Obregón u otros parques eólicos. Detrás de todo está la petición constante de dinero.

Alguien ha dicho que las carreteras de Oaxaca son las más caras del mundo. Hay que pagar el derecho de vía a las comunidades por donde pasa la vía; hacer una y mil concesiones para que permitan trabajar en su territorio e incluso sobornar a los ediles. Debe construirse a la brevedad, pues mañana habrá que hacer lo mismo con las nuevas autoridades, con el nuevo Comisariado de Bienes Comunales o con los líderes que manejan a las comunidades. En fin, es un cuento que nunca se acaba y millones que jamás alcanzan.

¿Habremos de superar esa cultura algún día; esa cultura de la demagogia, del chantaje, de la dádiva y el embute, que nos mantienen en los últimos lugares de desarrollo humano, movida por la manipulación de unos cuantos sujetos sin escrúpulos? Es una pregunta. (JPA)

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