Opinión 

El comentario de hoy, martes 7 de junio de 2016

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El pasado domingo se llevó a cabo la jornada electoral para elegir gobernador del estado, diputados locales y presidentes municipales. Por primera vez se lleva a cabo una elección concurrente. Anteriormente eran elecciones diferenciadas. Sin embargo, fuimos testigos de un proceso que jamás se había dado en Oaxaca, en el que ocupó un primerísimo lugar, una guerra sucia de descalificaciones, diatribas e infamias, que hace suponer el grado de podredumbre que se ventila en el entorno de una elección.

La jornada fue asimismo, la más vigilada de la historia: 15 mil efectivos de las corporaciones estatales, federales y elementos del Ejército Mexicano y la Marina-Armada de México, fueron desplazados para salvaguardar el clima de paz social, para que la ciudadanía oaxaqueña pudiera emitir el sufragio libremente. Por fortuna, salvo incidentes menores, como fueron la quema de boletas en Ixtlayutla; robo de urnas en Juxtlahuaca; balaceras en Pinotepa o la detención de sujetos comprando presuntamente votos, la ciudadanía oaxaqueña salió a votar y el abstencionismo, el mal de muchos procesos electorales anteriores, se pudo abatir.

Los resultados son irreversibles hasta este momento: el triunfador de la contienda para gobernador es Alejandro Murat Hinojosa, de la coalición “Juntos Hacemos Más”, conformada por PRI-Partido Verde y Nueva Alianza, que superó a su adversario más cercano, José Antonio Estefan Garfias, de la coalición “Con Rumbo y Estabilidad por Oaxaca” (CREO), por más de seis puntos porcentuales. Es decir, el margen fue amplio, hasta los últimos conteos, lo que significa que no fue una ventaja cerrada.

Sin embargo, pese a la firma de acuerdos de civilidad, de pactos para respetar con apego a la norma los resultados de la elección, vemos con tristeza que no existe vocación democrática ni de tolerancia política. En todo proceso que se llame democrático se gana o se pierde por un voto. Ésas son las reglas y hay que respetarlas. No se trata de aplicar la política de prótesis, como le llamó el pensador alemán Hans Magnus Enzensberger, que consiste en abrirse paso, incluso atropellando los derechos de los demás.

El litigio en tribunales cuando existe claridad en el resultado no es lo que esperan los oaxaqueños. Oaxaca necesita emprender el camino de la reconciliación y la unidad; dejar atrás esos resabios de barbarie política para retornar a la civilidad y la concordia. Nuestro atraso y marginación en el entorno nacional, pasa necesariamente en nuestra lucha perpetua; en la ambición de poder, no para servir sino para servirse. Ahí está cifrada nuestra tragedia ancestral, que venimos arrastrando de generación en generación. Es urgente darle vuelta a la hoja y ver el futuro con mayor optimismo. (JPA)

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