Opinión 

El comentario de hoy, martes 29 de agosto

A más de diez días de estar bloqueado contra derecho el basurero municipal, hay dos preguntas que subyacen en el imaginario colectivo: 1).- ¿Cuál es el trasfondo de la pasividad gubernamental para resolver este asunto?, y 2).- ¿qué plan perverso se esconde, políticamente hablando, tanto de parte de un grupo de vecinos manipulados para cerrar el basurero, como de sus dirigentes, para continuar afectando a la ciudadanía de la capital y 21 municipios conurbados?

Lo que ha quedado claro es que Oaxaca arrastra serios problemas de gobernabilidad. No se puede decir que hay paz social y aliento a las inversiones, con una ciudad colonial sepultada por la basura. Pareciera ser que hay dos visiones de Oaxaca: el destino favorito, turístico, gastronómico y de arte, reconocido por la UNESCO como Patrimonio Cultural de la Humanidad y el Oaxaca de carne y hueso, sumergido en un eterno conflicto social.

Los problemas, como el de la basura, se han dejado crecer. Su solución que debe ser conforme a Derecho, cuando se ha agotado el diálogo, no pasa por la mente de quienes tienen la responsabilidad de salvaguardar la seguridad, la gobernabilidad y la paz social. El acartonado discurso del diálogo y la negociación para que unos y otros tuerzan la ley, ya no cuaja en la mentalidad ciudadana. Hay incapacidad, torpeza y miedo, que es bien aprovechada por dirigentes sin escrúpulos que aprietan y aprietan para lograr sus propósitos, poniendo al pueblo contra la pared.

Nuestra entidad arrastra síndromes que será difícil para el gobierno sacudírselos: el del 11 de junio de 2006, el fallido desalojo de maestros en el Centro Histórico y el del 19 de junio de 2016, en Nochixtlán. Esos hechos nos marcaron por igual a todos: culpables e inocentes; víctimas y villanos. Los dirigentes sociales, maestros, normalistas, sindicatos y otros, son simplemente intocables. Pueden hacer lo que quieran, incluso, que las enfermedades que produce la basura acumulada, haga estragos en la población.

La indolencia, la torpeza y la forma superficial con la que se ven los problemas sociales, pero sobre todo el desprecio por la ley y el Estado de Derecho, siguen haciendo de Oaxaca un pueblo sin ley; una entidad en donde la impunidad campea y un paraíso para que unos cuantos vivales de la supuesta lucha social, dobleguen al gobierno y a la sociedad. Lo hemos dicho siempre y lo ratificamos: cuando el diálogo se ha agotado no queda más que la fuerza simple y llana de la ley. Lo demás es solamente ficción o demagogia. (JPA)

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