Opinión 

El comentario de hoy, martes 26 de abril de 2016

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Nuestra capital oaxaqueña ha estado de fiesta. Y no es para menos. Cumplió 484 años de haber sido elevada a la categoría de ciudad, luego de que en 1532 recibiera el título de “muy noble y leal ciudad”, llamándose “Antequera”, por el rey Carlos V de España, por medio de la cédula real firmada el 25 de Abril en Medina del Campo, España. Según la historia, en 1821 su nombre fue sustituido por el de Oaxaca y, en 1872, a la muerte del Benemérito, don Benito Juárez, recibió el nombre que actualmente lleva: “Oaxaca de Juárez”.

Decía el desaparecido Carlos Monsiváis, que el visitante o el lugareño advierten en nuestra ciudad, una alternativa muy fértil: desde la atención de la mirada, al entendimiento radical de los colores. Oaxaca es un ofrecimiento cultural, porque es vida revisada a partir de la admiración por la belleza del arte y de monumentos coloniales únicos.

Sería muy largo o tal vez un ejercicio de investigación encontrar la hebra de todos aquellos que han escrito sobre nuestra capital, desde la cita de Eliot Weinberger, quien dijo que el filósofo alemán Friedrich Nietzsche, quiso venir a vivir a Oaxaca a recuperar la salud mental, cuando ésta se le había desquiciado o los escritos de D.H. Lawrence, Aldous Huxley, Malcolm Lowry o Julio Cortázar, impactado por el zócalo, sobre lo que fue una ciudad que hoy enfrenta graves problemas. Pero también muchos oaxaqueños le han dedicado sus poemas; sus versos; sus cantos.

En 1987, ya lo hemos comentado, la ciudad de Oaxaca ingresó a la lista del Patrimonio Cultural de la UNESCO, en reconocimiento al estado que guardaba su patrimonio arquitectónico que, paradójicamente, hay quienes se han encargado de destruir. La ciudad, en efecto, ha sido bastión de la depredación, de la destrucción, del incendio. Lo más triste es que todo ello ha quedado en la impunidad. El grafitti, las leyendas y consignas plasmadas en históricas paredes de cantera centenaria, se han hecho con el mayor dolo y sin castigo.

Aunque en años recientes las cosas parecen haber cambiado, la ciudad ha sido víctima del abandono, de la abulia y de la apatía. El crecimiento indiscriminado de la mancha urbana, el comercio en la vía pública, el transporte foráneo, la existencia de un transporte público poco digno, la contaminación y otros, han contribuido a su deterioro.

Tenemos una ciudad única, una de las más bellas del país y de Latinoamérica. Aquí nacimos, aquí trabajamos, soñamos e imaginamos. Es el espacio vital en donde sueñan también nuestros hijos. ¿No es eso razón suficiente para unir nuestras voces para conservar este rico patrimonio, cuidarlo, protegerlo y dar a las generaciones futuras algo de lo que nos fue legado gratuitamente por nuestros ancestros? (JPA)

zocalo oaxaca

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