El comentario de hoy, martes 25 de septiembre
Septiembre ha sido un mes trágico para México y para Oaxaca. El sismo de 8.2 grados, del siete de este mes, el más fuerte en los últimos cien años, fue letal para miles y miles de oaxaqueños. Poblaciones enteras quedaron devastadas. A algunas de ellas, la ayuda oficial llegó hace sólo unos días. El sismo del 19 de septiembre, de 7.1 grados, a treinta y dos años del aquel que dejó una estela de muerte en la Ciudad de México, nos trajo asimismo una terrible e ineluctable lección: somos demasiado vulnerables a los golpes de la naturaleza.
Es decir, pese al avance de la tecnología, los científicos aún no logran descubrir o siquiera pronosticar cuándo ocurrirá un sismo o cuándo un huracán traerá efectos mortíferos para la humanidad. Creímos haber aprendido de los sismos de 1985, pero las escenas de desolación y muerte en la Ciudad de México, Puebla, Morelos, Guerrero, Oaxaca y Chiapas, nos han demostrado que no. Seamos realistas: no existe una cultura de la prevención, mucho menos el qué hacer en caso de desastre.
Es lamentable la soterrada oposición a todo por parte del magisterio oaxaqueño. Muchos maestros y directivos se opusieron incluso a la revisión de los edificios escolares por parte de las autoridades, para constatar daños estructurales. Pero de lo que sí estamos ciertos es que de no crearse desde la educación básica una materia, una asignatura o taller, para forjar una cultura en materia de desastres, seguiremos pagando una cuota muy alta de sangre y vidas.
A fines de septiembre de 1999, en ocasión de un fuerte sismo que golpeó a Oaxaca, el gobierno tomó la decisión de que se creara en cada municipio, un consejo municipal de protección civil. Desconozco si aún existen y dónde. Se procedió a la revisión de edificios, principalmente públicos: oficinas de gobierno, escuelas, mercados, estaciones de autobuses, plazas, cinemas, etc., para detectar daños, existencia de extinguidores, rutas de evacuación, una zona habilitada para el salvamento, la señalización adecuada, etc. Es más, se realizaron simulacros y se designó a trabajadores y responsables de oficinas y empresas, coordinadores de protección civil.
Pasaron los efectos de aquel sismo, hace justamente 18 años, y nadie volvió hablar del tema. Los simulacros se hacen de manera esporádica. Se olvidaron de los comités de protección civil y de difundir las medidas para que el ciudadano se salve y, de ser posible, salve a otros. Es triste y lamentable, pero en esa materia, estamos en ceros. Lo más preocupante es que los temblores, aunque de menor magnitud nos han seguido lastimando. (JPA)