El comentario de hoy martes 20 de junio
No tengo la menor duda de que la verdad sobre el caso Nochixtlán, en donde hubo 8 muertos y cerca de doscientos heridos, el 19 de junio de 2016, está por escribirse. Hasta hoy todo han sido verdades a medias, simulación y demagogia. No causa extrañeza que la Sección 22 haya capitalizado la situación y se haya victimizado, aunque ninguno de los muertos era maestro.
La vieja consigna de que el responsable fue el Estado ya la sabemos todos. Una mala operación policial derivó en disparos de las corporaciones federales y estatales a civiles. Pero, ¿y quién hirió con armas de fuego a los policías? Porque las víctimas parecen estar sólo de un lado; los derechos humanos igual. En esa visión torcida, policías y soldados, carecen de garantías individuales.
Respecto a los daños en propiedad ajena, los disturbios, los incendios de vehículos, la violencia en el Centro Histórico de la capital, el cierre de los accesos carreteros durante cuatro meses, que crearon una situación de emergencia alimentaria y de seguridad, tal parece que no hay responsables. La Sección 22 y sus adláteres y oportunistas, MAIZ, FALP, COMUNA, CEDAPHI y una decena de siglas más, actuaron con insultante impunidad.
Me pregunto, ¿cuál fue la razón de la reiterada negativa a que la PGR entrara a Nochixtlán, luego de los hechos; de las brigadas médicas; de los peritos e investigadores? ¿Qué se pretendía ocultar, incluso la variopinta organización de los bloqueos, que prácticamente se apropiaron de una comunidad que antes de esa fecha vivía en paz? La responsabilidad histórica de estos hechos pues, no es sólo del Estado, sino también de aquellos grupos y organizaciones que se han asumido defensores de las causas del pueblo, de quien se han convertido en sus peores verdugos.
Hay que demoler mitos, verdades torcidas y paradigmas. Analizar la realidad bajo el prisma de la objetividad. El affaire Nochixtlán fue un encuentro violento en donde hubo abuso de parte del Estado, pero en el cual asimismo, se involucraron mentores y organismos provocadores. Pero fue la sociedad civil quien se llevó la peor parte, igual que en el 2006. Extraño pero cierto: sólo unos cuantos se asumieron víctimas. Y hasta formaron un comité, para hacer de un hecho penoso y deleznable, un cuento de nunca acabar. Como la mitológica tela de Penélope: se teje de día, se desteje de noche.
La semana pasada estuvieron en el lugar, funcionarios internacionales, como Jan Jarab, del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos y enviados de la Comisión Nacional. Sin embargo, como ciudadano y como oaxqueño espero que se reabran las investigaciones y se concluya, no con la supuesta “verdad histórica”, como en el caso de Ayotzinapa, cuya responsabilidad fue de los grupos criminales coludidos con munícipes corruptos y no del Estado, sino darle al pueblo de Oaxaca una satisfaccción. No hacer de este hecho abominable, una película maniquea de inocentes y villanos o de víctimas perpetuas y verdugos sanguinarios. (JPA)