El comentario de hoy, martes 18 de julio
Oaxaca se vistió de gala para recibir a los miles de visitantes del país y el extranjero, que han atiborrado sus calles, sus parques, los eventos culturales y ferias. Todo ello pretendió ser contaminado por ese cáncer social denominado magisterio. Son motivo de indignación las prácticas viciadas, perniciosas y abominables de los bloqueos al Aeropuerto, a la Terminal de Autobuses de Primera Clase al Auditorio del Cerro del Fortín, que sólo pueden explicarse como la actitud natural de frustrados, mediocres y fanáticos.
¿Lograron algo los maestros con sus movilizaciones, con su “accionar” y su “coberturar”? Por supuesto que no, más que el señalamiento generalizado de propios y extraños que coinciden en una opinión: el magisterio oaxaqueño es un mal que necesariamente tiene que extirparse con la aplicación simple y llana de la ley. Desde hace 37 años, en que apareció el llamado Movimiento Democrático de los Trabajadores de la Educación, Oaxaca se ha sumergido en la anarquía, el desorden y el miedo cerval a fortalecer el Estado de Derecho.
Las fiestas de julio, en particular La Guelaguetza devino de folklore a botín. El Cártel-22, así llamado por su composición y estructura gansteril, ha tomado la fiesta de los oaxaqueños como moneda de cambio. Amaga, amenaza, intimida, pero sobre todo, aterroriza. En el 2006, movido por intereses que aún siguen manejando los hilos, mentores y vándalos lograron la cancelación de nuestra fiesta máxima, luego del incendio del templete y de una falsa insurrección, que en términos de lucha política, fue un fracaso.
El hartazgo ciudadano está a flor de piel. Los bloqueos de la semana pasada y los desfiguros del lunes, crisparon los ánimos. Pero el ciudadano común tiene claro que lo que busca la Sección 22 o Cártel-22 como quiera llamársele, es la provocación. Hacer un símil de Nochixtlán, cuando tengan la respuesta que buscan, pero salgan como plañideras asumiéndose víctimas. Los carniceros convertidos en indefensas reses, gritando a los cuatro vientos, la consabida frase: el responsable es el Estado.
Lo que no han valorado los mentores y sus acartonados y demagogos dirigentes es que, como dice el refrán popular: “no hay mal que dure cien años ni enfermo que los aguante”. Ya llevan 37 años. ¿Esperan seguir dañando a Oaxaca y conculcando el derecho a la libre circulación, el derecho a la educación y seguir perviviendo como parásitos, cuidando su nicho de confort y su quincena segura, soslayando su responsabilidad docente? Creo que ya no. La respuesta de la sociedad civil –que no del gobierno- ya se está cocinando. El cántaro ha ido muchas veces al pozo. Esperemos que no se rompa de manera estrepitosa. Se ha desafiado al Estado y humillado al pueblo. Esto no puede seguir. (JPA)