Opinión 

El comentario de hoy, martes 17 de octubre

Muchas voces se han pronunciado por el respeto a la arquitectura vernácula y la defensa del patrimonio cultural, ahora que ha iniciado la demolición de las viviendas destruidas por los sismos del 7, 19 y 23 de septiembre pasado. Es difícil concebir nuestras comunidades istmeñas devastadas, cual si fueran fraccionamientos citadinos y no la imagen provinciana de casas de adobe y techos de teja.

Hay organizaciones de la sociedad civil que promueven la conservación de ese rico patrimonio, parte de nuestra identidad originaria. Y sin duda alguna, al iniciar la reconstrucción habrá propuestas para recuperar un poco de esa riqueza cultural que se está perdiendo paulatinamente, con la intervención de las máquinas para terminar con viejas casonas y edificios, que durante un par de siglos o más formaron parte de la imagen del Istmo de Tehuantepec.

Sin embargo, a poco más de un mes de que inició la contingencia, existen motivos de preocupación respecto al futuro inmediato, más allá de la conservación del patrimonio edificado. Por ejemplo: ¿por cuánto tiempo más seguirá la dotación de despensas y artículos de primera necesidad, para los miles de damnificados? ¿Cuánto tiempo se mantendrá la ayuda gubernamental y seguirá fluyendo el apoyo de la sociedad civil, para la zona devastada, que ha padecido más de 7 mil 500 réplicas de los sismos?

Es importante subrayar que el apoyo se ha ubicado en ciertas comunidades istmeñas, no en las cinco regiones del estado que han resultado afectadas por sismos y lluvias. Funcionarios del gabinete federal y estatal tienen tareas específicas en cada una de las comunidades afectadas, la pregunta es: ¿por cuánto tiempo? Porque hasta hoy sólo se ha visto el lado humanitario, pero no el de la recuperación de la economía y la restauración de la vida cotidiana.

Las protestas no se han hecho esperar. Primero por los censos de las casas afectadas, luego por el reparto de las despensas, más adelante por la distribución de las tarjetas para la reconstrucción o por el pago del Programa de Empleo Temporal. Nadie queda satisfecho. Hay quienes quisieran que la vuelta a la normalidad fuera en automático, la cual no será posible. Y se siguen aplicando los mismos moldes del chantaje y la intolerancia. Bloqueos por doquier de padres de familia, porque los edificios tienen daños, etc.

Existe pues el convencimiento de que la ayuda no será perpetua y que en pocos meses cada quien se rascará con sus uñas. Al menos, es lo que ocurre cada que los latigazos de la naturaleza se vuelcan sobre determinado país o estado. ¿No es prudente que todos -damnificados y no- nos vayamos preparando para la fase de la recuperación y previendo que en el futuro cercano cada quien buscará volver a la normalidad con sus propios medios? (JPA)

Leave a Comment