El comentario de hoy, jueves 2 de febrero, 2017
Estamos ya en el tercer mes de gestión del gobernador Alejandro Murat. Y si bien es cierto que apenas el nuevo régimen empieza sus primeros pasos, no se advierte por ningún lado que la situación, al menos en lo que respecta a la anhelada paz social, haya cambiado un ápice. No hay un solo día en que podamos estar, como dice la gente de antes, en paz.
Uno de los factores que ha desquiciado por completo el clima social en toda la entidad, es la cuestión postelectoral. De nueva cuenta los sobados usos y costumbres. Hemos insistido en este asunto, en absoluto de manera ociosa, sino con justificada razón. Las asambleas comunitarias para elegir autoridades, han pasado a segundo término. Son los partidos políticos, algunas organizaciones sociales y hasta el mismo gobierno, los que se entromenten y vulneran la autonomía comunitaria.
Los conflictos postelectorales van de la mano con la designación de administradores municipales, que son movidos a placer desde la Secretaría General de Gobierno. Nada que ver pues con los trillados usos y costumbres; con el derecho consuetudinario o con el derecho de gentes, que tanto se cacarean en los discursos políticos, cuando se trata de tiempos electorales.
¿Tiene sentido seguir enarbolando los llamados sistemas normativos internos y los derechos indígenas, cuando los mismos órganos electorales que se asumen mantienen su autonomía, son cilindreados desde los mismos centros de mando del ejecutivo? El caso más reciente es el de Santa María Atzompa, como antes lo fueron Ánimas Trujano y otros.
No soy experto en el tema ni pretendo descalificar a nadie. Lo que como ciudadano común me preocupa, es que los efectos de la inconformidad tienen una víctima permanente: el pueblo inerme. A los obreros, comerciantes, transportistas, empleados, etc., qué carajo les importan los usos y costumbres; la validación o descalificación de una u otra autoridad, para que vecinos inconformes vengan a la capital a conculcarnos el derecho al libre tránsito; para secuestrarnos en nuestra misma casa.
En algunos medios llamados nacionales se ha querido torcer la realidad, en el sentido de que Oaxaca vive tiempos de tranquilidad y paz social. Obviamente no es así. Hay un promedio de dos bloqueos diarios en todo el estado. Quien diga lo contrario miente. Es una afrenta a la sociedad maquillar la realidad. No hay que olvidar que tan grave es atentar en contra de la libertad de expresión como manipularla. Es ético para los medios reconocer que en la materia no se ha avanzado. En breve empezarán las movilizaciones de la Sección 22 y seremos, como siempre, nota nacional. (JPA)