El comentario de hoy, jueves 16 de noviembre
La semana pasada el Congreso de la Unión aprobó el Presupuesto de Egresos de la Federación, por un monto de 5 billones, 279 mil 667 millones de pesos. Como cada año, hay una bolsa histórica para Oaxaca, que rebasa los cien mil millones de pesos. La Secretaría de Educación Pública ejercerá 280 mil millones de pesos, de los cuales le tocan a Oaxaca, 23 mil millones, que serán en un 97 por ciento, para el pago a servicios personales.
Si bien es cierto que la naturaleza nos ha sido adversa en este 2017 y el gobierno más que obras de relumbrón ha buscado resarcir los daños que nos han lacerado, también es cierto que viejos anhelos como las carreteras a la Costa y al Istmo, e incluso el proyecto de las Zonas Económicas Especiales, llevan el estigma de seguir siendo para los oaxaqueños no más que puros sueños.
Este régimen inició con la promesa de que en 15 meses estarían terminadas las vías carreteras. No ha sido posible. Y mucho tiene que ver con las propias comunidades, a veces lideradas por ediles y dirigentes sociales inconscientes que, como si fueran tiempos de bonanza, siguen exigiendo el pago del derecho de vía o los recursos de empleo temporal. La mendicidad y la mendacidad van de la mano con nuestro rezago en vías de comunicación. Las carreteras de Oaxaca –dicen algunos especialistas- son las más caras del mundo, por la cantidad de sobornos, pagos extraordinarios y demás, que hay que liquidar, porque si no, ahí están los bloqueos.
Es decir, la ambición y la voracidad de unos cuantos nos ha mantenido a los cerca de cuatro millones de habitantes que somos, en la marginación. No ha habido capacidad o voluntad política para poner por encima de los intereses personales el bienestar de las mayorías. La apertura de una carretera; el arranque de un proyecto de desarrollo; la construcción de una obra, sea cual fuere, es visto como botín, motivo de disputa y de enfrentamiento; de chantaje y de desafío al Estado de Derecho.
Alguien lo dijo hace algunos años: estamos pobres pero no somos pobres. Hay en Oaxaca demasiado encono, odio soterrado y latrocinio. ¿De qué sirven los presupuestos históricos, si cada día estamos peor? ¿Vale la pena cada año cacarear que la Federación y el Congreso nos han dado más, cuando a veces la incapacidad, la torpeza o la ignorancia de algunos funcionarios, hace que ni siquiera se ejerzan y apliquen dichos recursos?
Es triste, caminamos un paso para adelante pero retrocedemos dos. Y en el trasfondo de todo subyace la ambición, el interés personal y la voracidad. Estamos convencidos de que el ejecutivo estatal quiere hacer bien las cosas, pero esto de sacar a Oaxaca del marasmo es tarea de todos. (JPA)