El comentario de hoy, martes 24 de abril de 2018
El domingo pasado se llevó a cabo el primer debate entre los aspirantes a la presidencia de la República, de las coaliciones: “Juntos haremos historia”, “Todos por México” y “Por México al Frente”, además de dos candidatos independientes. En dos horas y tiempos seccionados, cada uno pudo exponer libremente sus propuestas de llegar al cargo que aspiran o defenderse de los cuestionamientos de sus adversarios.
Los ecos del debate se siguen escuchando. Ríos de tinta corren ya para darle el triunfo o la descalificación a unos u otra. En efecto, como alguien dijo, vivimos en una partidocracia que ha impedido el desarrollo de la democracia en el país. Los señalamientos de corrupción, justo uno de los temas a discutir, dejó al menos a tres en situación muy desfavorable.
Uno de los temas del debate fue el de la inseguridad. El manejo de cifras que revelan la muerte de miles de mexicanos, llamó poderosamente la atención. Al menos las dos últimas administraciones federales, han fracasado en su lucha contra los grupos criminales. La coincidencia en el debate fue generalizada, salvo uno de los candidatos que defiende a ultranza la amnistía a los capos: es urgente una estrategia que acabe de una vez por todas con este lacerante cáncer social.
Otro de los rubros fue la corrupción y se insistió mucho sobre un tema que al menos aquí en Oaxaca en el pasado reciente, fue un fracaso: la revocación del mandato. Hubo propuestas y promesas al por mayor. Unas descabelladas, otras viables. Unas como una utopía y otras como simples sueños.
Los debates entre adversarios, como se interpretan en las democracias modernas, son sólo un ejercicio para mostrar ante el electorado, la claridad de los aspirantes a un cargo de elección popular, respecto a su propuesta política; su postura frente a la problemática del país o el estado; la habilidad y destreza para responder a los cuestionamientos, además de medir ante los medios, las fortalezas y debilidades de quienes debaten.
Son asimismo, ejercicios que dan a los electores algunos elementos de decisión para emitir el sufragio; para llamar la atención de los indecisos y estimular a quienes, ya son afines con determinado candidato o candidata, a razonar el voto a la hora de emitirlo. Es una torpeza hablar de vencedores o vencidos; de triunfadores o derrotas. Son de alguna forma, el prisma debajo del cual hay que ver, para darnos cuenta de que las encuestas, por más precisas que sean en sus mediciones, son asimismo sólo un ejercicio. (JPA)