EL COMENTARIO DE HOY…

El reconocido filósofo vasco, Fernando Savater, autor de más de cincuenta obras, publicó recientemente una sobre el fundamentalismo islámico y sus implicaciones en la violencia y la muerte en el mundo. El humanista dice, pide las cosas por favor; el fundamentalista por terror. Recuerda a Voltaire quien resumió esa manía en una frase lapidaria: “piensa como yo o muere”. Esta reflexión viene a colación por la forma en la que durante muchos años, los grupos radicales insertos en la Sección 22, atemorizaron a sus compañeros. Los democráticos nunca aceptaron la autocrítica –y aún se niegan a admitirlo-; la disidencia; la mínima resistencia.

Los cerca de ochenta mil mentores que hoy aparecen en la nómina, han vivido sometidos a presiones, a amenazas, a un sistema de premios y castigos, en donde se ha premiado no la inteligencia, la capacidad o la experiencia, sino la sumisión, la obediencia ciega y la política rastrera. Hay un amplio directorio de jefes de sector, supervisores, directores y demás, que han crecido a la sombra del servilismo y se sienten obligados a presionar a sus maestros a seguir ciegamente las instrucciones de los capos de la Sección 22.

Hace tiempo mencionamos la necesidad de que los sabuesos del Sistema de Administración Tributaria –el SAT- se echaran un brinco para revisar las cuentas de los dirigentes, pues resulta extraño que nunca dieran cuenta ni en sus asambleas estatales ni en los famosos pre-plenos, de las cuotas que obligaban a pagar a los maestros que no asistían a las marchas, a los bloqueos carreteros, a las tomas de oficinas, gasolineras o centros comerciales. Los descuentos les eran aplicados cuando acudían a cobrar sus cheques quincenales. Ahí mismo les extraían de sus salarios las llamadas multas por no participar en las movilizaciones.

La política de terror, pues, ese sentimiento fundamentalista del que hablamos al principio, sigue permeando en los pseudo revolucionarios, en los demócratas de la educación, que actúan no como tales sino como fascistas. Ante ello, la Secretaría de Educación Pública y su contraparte estatal, el IEEPO, deben ir a fondo para instrumentar medidas punitivas que busquen erradicar esa influencia negativa de los dirigentes, tanto seccionales como delegacionales, a fin de crear no sólo conciencia de que las cosas han cambiado, sino que el maestro no se deje intimidar por aquellos que, durante más de tres décadas, los han mantenido sometidos a una dictadura atípica.

El Estado no debe dar marcha atrás en la recuperación de la rectoría de la educación. Hacerlo sería defraudar al pueblo oaxaqueño. Se requiere por tanto, no sólo aplicar los descuentos a quienes no laboren, pero antes, aplicar la ley en contra de aquellos que asumiéndose como los depositarios de los derechos magisteriales, siguen aplicando políticas de terror con la falsa careta democrática. (JPA)